[Agroecologia] ¡CAMPESINOS-CAMPESINAS! ¿SABEMOS QUÉ NOS ENVENENAMOS?
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Mie Jun 22 19:38:34 CEST 2011
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¡CAMPESINOS-CAMPESINAS! ¿SABEMOS QUÉ NOS ENVENENAMOS?
*Consejo de Redacción de la revista SOBERANÍA ALIMENTARIA, BIODIVERSIDAD Y
CULTURAS (*)*
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*En el transcurso de los últimos 150 años el ser humano ha
fabricado muy diversos compuestos químicos con objeto de satisfacer
las necesidades crecientes de un supuesto desarrollo. Desde el inicio
de la revolución industrial, se estiman en más de 120.000 las
sustancias químicas de nueva síntesis y los subproductos derivados
de éstas producidos por la actividad humana, censo que se incrementa
día a día. Se empiezan a evidenciar las consecuencias de estos compuestos
químicos en la salud de la población en general, en el propio medio
ambiente, pero ¿qué ocurre con el campesinado y población rural más
expuestos a productos utilizados en la agricultura industrial o
convencional?*
*¿Plagas contra quien?*
Se ha manifestado frecuentemente que la mecanización y el uso de
compuestos químicos ha supuesto un beneficio sustancial en la producción
agrícola. Se dice que gracias al empleo de plaguicidas, herbicidas y
fertilizantes, las cosechas se han visto incrementadas significativamente
y las pérdidas en la producción se han reducido de forma
espectacular. Pero también se ha señalado el riesgo potencial para
la vida animal y humana derivado de la exposición continuada a
compuestos químicos diseñados como para combatir las plagas que afectan a
los vegetales. Riesgo derivado por el empleo de carácter farmacológico
de algunos principios activos, como por la persistencia
medioambiental de sustancias no utilizadas en la actualidad, pero
empleadas en el pasado.
La era de los plaguicidas químicos comenzó en el siglo pasado
cuando se desarrollaron los sulfuros y se les encontró una aplicación
práctica como fungicidas. Posteriormente fueron los compuestos arsenicales
los que se emplearon para el tratamiento de las plagas de insectos en la
producción agrícola. En ambos casos se trataba de sustancias de una
elevada toxicidad, lo que limitó su empleo generalizado. Fue en
1940, al calor del inicio de la revolución verde, cuando aparecieron en
el mercado los primeros pesticidas organoclorados que tienen su
máximo exponente en el DDT. Ya que, en principio, estos organoclorados
presentaban baja toxicidad, su uso se vio enormemente favorecido y
ocuparon una posición dominante entre los plaguicidas químicos de
nueva síntesis. Con posterioridad, se pusieron de manifiesto los
inconvenientes de este comportamiento ya que la alta lipofilidad
(afinidad por las grasas) junto con la estabilidad química resultan en una
gran persistencia medioambiental y en una exacerbación de los efectos
biológicos indeseables.
Por importante que sea el uso histórico de DDT y su residuo medioambiental,
lo cierto es que no es más que un ejemplo de una gran familia de
plaguicidas organoclorados que comparten muchas características comunes.
La mayoría de los países industrializados tiene prohibida, hoy día, la
utilización de muchos de estos compuestos, sin embargo, al igual que ocurría
con DDT, debido a su persistencia en los medios naturales y su lipofilidad,
pueden encontrarse aún en cualquier ser vivo (desde los peces hasta las
personas) y en cualquier parte del planeta, inclusive allí donde nunca se
utilizó.
Relegados los organoclorados a un segundo lugar, los principales
plaguicidas utilizados hoy día en los países industrializados pertenecen
al grupo de los organofosforados, carbamatos y piretroides. Se trata de
compuestos químicos con una vida media mucho más corta que los
organoclorados, de tal manera que son menos persistentes y no se acumulan en
el tejido adiposo. Pero, si estos plaguicidas han podido ser encontrados en
el aire de un espacio natural y como contaminantes en los grandes
cursos de agua, no es de extrañar que sean contaminantes habituales
en núcleos rurales y que haya riesgo de exposición de la población que ahí
reside y trabaja.
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*Ejemplos de intoxicación en la población agrícola*
La exposición humana a los plaguicidas persistentes es un hecho bien
documentado durante los últimos treinta años, si bien sus
consecuencias empiezan a entreverse ahora, cuando más de una generación
ha sido víctima de ese acoso químico. Las consecuencias a largo plazo de
la exposición a plaguicidas se manifiestan sobre el desarrollo y la
funcionalidad de diferentes órganos y sistemas; y abarca desde
alteraciones neurológicas, reproductivas, endocrinas e inmunológicas,
fracasos funcionales y alteraciones del comportamiento, a la
aparición de tumores.
Los riesgos asociados a los plaguicidas dependen de los niveles de
exposición por lo que hay que considerar dos colectivos humanos bien
definidos. Por una parte, la población en general, expuesta a niveles
bajos como consecuencia de la contaminación de aire, aguas y alimentos.
Por otra, los y las trabajadoras de la industria química que los produce y
las y los agricultores que los aplican, que se encuentran expuestos
ocupacionalmente a niveles relativamente altos.
Las intoxicaciones agudas por plaguicidas están bien documentadas.
Por ejemplo, se sabe que sólo en Almería se dan más de 1000 casos anuales de
envenenamiento, con un 5% de defunciones.
Frente a la información, relativamente rica, de los efectos agudos de los
plaguicidas, llama la atención la parquedad de datos sobre los efectos
profesionales a largo plazo. Lo cierto es que los efectos tardíos de la
exposición a plaguicidas son más sutiles en cuanto a presentación y, por
tanto, es más difícil establecer una relación de causalidad entre un
único agente químico, o una práctica agrícola concreta, y la
aparición de un efecto nocivo o enfermedad. Los efectos combinados de
la exposición continuada a diversos compuestos químicos, aunque los mismos
estén por debajo de los límites establecidos como seguros, es mucho más
desconocida y poco estudiada.
A pesar de las dificultades, son frecuentes los estudios en los que se ha
intentado establecer una relación de causalidad entre la exposición crónica
a los compuestos químicos y algunas enfermedades particulares. Algunos
estudios han relacionado:
-perturbación del sistema endocrino atribuido a algunos plaguicidas
persistentes.
-incremento de la tasa de abortos y disminución de la fertilidad asociados
a plaguicidas persistentes DDT, lindano y dieldrín.
-riesgos para la salud infantil derivados de la exposición intrauterina
y durante los primeros meses de la vida, fundamentalmente a través de
la lactancia, de niños nacidos de madres profesionalmente expuestas.
-los tumores cerebrales, el cáncer de estómago, de próstata o de testículo,
junto con la leucemia linfática y los linfomas no-Hodgkin asociados con la
actividad profesional agrícola.
La exposición de la población general establecida en áreas eminentemente
agrícolas ha sido también documentada. Por ejemplo, en la población
infantil de Murcia y Granada se encontró el residuo de endosulfán y
algunos metabolitos en el 40% y 30% de las muestras de grasa
analizadas, respectivamente. Y como suele ser lamentablemente habitual, no
hay datos sobre mortalidad por cáncer u otras enfermedades en mujeres
dedicadas a las actividades del campo, ya que muchas de ellas no
están registradas como trabajadoras agrícolas a pesar de su presencia
activa en muchas tareas. En muchos casos, en su certificado de defunción la
profesión que se recoge es la de “sus labores”.
Ha costado años de seguimiento y esfuerzo de diversos grupos de
trabajo interesados en el estudio de la toxicidad crónica de los plaguicidas
mostrar la evidencia que liga exposición a efecto nocivo para la salud.
Sin embargo los organismos reguladores del uso de
sustancias químicas, encargados de prevenir la exposición
inadvertida a tales compuestos, parecen no haber estado capacitados para
intervenir preventivamente y solo reaccionan ante la evidencia absoluta en
la relación exposición/efecto. Tal evidencia es difícil de conseguir,
máxime cuando los ejemplos nos advierten del efecto tardío,
dilatado en el tiempo. En casos como este, más que nunca, el
principio de precaución debería ser una premisa de decisión en la mente de
todas y todos.
(*)A partir de artículos de Nicolás Olea y Mariana F. Fernández
más información en:
http://revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com/2011/04/10/revista-numero-5/
<http://revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com/2011/04/10/revista-numero-5/>
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Gustavo Duch Guillot
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Cristina Sancho Esteban
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