[Redcercana] Rv: [elretorno] ¿La hora del olvido? / William Ospina
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Jue Ago 12 12:49:55 CEST 2010
"Como mujer no tengo patria, el mundo entero es mi tierra" V. Wolf
----- Mensaje de origen -----
¿La hora del olvido?
Por: William OspinaAhora querrán que Uribe no hable más, que pase a buen retiro,
que no estorbe al proyecto grandioso de regeneración de la patria. Pero Uribe no
ignora que el único prestigio político que hay hoy en Colombia es el suyo, que
los santos se están iluminando con velas ajenas, que muy posiblemente la patria
ya no les pertenece solamente a los vástagos de la aristocracia republicana.
YA SE SIENTE. TODOS OLVIDARÁN EN ocho días que los votos de Santos eran de
Uribe. Ahora son votos de la vieja y pulcra aristocracia colombiana.
Un soplo de lavanda, un viento de limpieza y de frescura pasa por los salones
del poder creando en todos la ilusión de que ha empezado el reino milenario.
Pero la política, y sobre todo la política en el sentido colombiano de la
palabra, tiene sus miasmas propios, sus vapores mefíticos.
¿Cuándo se habrá regenerado la democracia colombiana? El día en que el Salto del
Tequendama huela a agua y a musgo; el día en que el río Bogotá no sea el retrato
secreto de nuestro orden urbano; el día en que el río Magdalena no esté
envenenado con mercurio y no haga nacer niños con el paladar hendido; el día en
que cuatro millones de campesinos que hoy piden limosna en los semáforos, o en
las ventanillas de Acción Social, sean protagonistas verdaderos de nuestra
historia; el día en que veinticinco millones de pobres absolutos que tiene
Colombia sean cincuenta millones de manos produciendo y consumiendo, y millones
de cerebros aportando su inteligencia a este país donde todavía la cuna decide
desde el primer día si uno será sicario o presidente.
Ya se siente. Mucha gente que se benefició con este experimento de plata en una
mano y fusil en la otra, de una vela a Dios y otra al Diablo, de diminutivos y
palabrotas, de humildad simulada y soberbia con poncho; mucha gente que se
benefició de este régimen que sabía siempre cuándo abrir los ojos y cuándo
cerrarlos; dónde no enterarse de nada (como con DMG) y dónde enterarse de todo
(como en los teléfonos intervenidos por orden del poder); gente que aplaudió y
bendijo las licencias de un legalismo entreverado de arbitrariedad y de trampa,
ahora volverá al clásico respeto de las apariencias, a la misa piadosa, al habla
bien castiza, a la respetabilidad republicana que nos legaron nuestros mayores,
y tratarán de cerrar la grieta que se abrió en las viejas murallas del poder,
por donde rezumó una cierta pestilencia.
Ya se siente. Como al otro día del episodio de las bananeras en la novela de
García Márquez, aquí no habrá pasado nada, todo fue un malestar, un mareo, un
mal sueño. Los linajes más respetables no apoyaron jamás a las hordas del
saqueo; “nadie los vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de
bambú revolcándose en el fango sagrado”.
Todos descubrirán con horror que, además de los secuestros y los otros crímenes
de las guerrillas, el fruto podrido de cien años de exclusión y de eterna
violencia contra los campesinos, otros horrores prosperaron. Tratarán de no ver
que mientras los reflectores iluminaban la trama brutal de las guerrillas y las
cadenas infames en los cuellos de los secuestrados, procuraban hacer invisibles
las masacres y las fosas comunes de los otros. Porque así fue siempre nuestra
democracia: odio eterno a los crímenes de los que combaten el poder y perdón
eterno a los crímenes de los que defienden el poder.
Ojalá sea cierto todo lo que descubren complacidos muchos críticos, que las
élites colombianas están empeñadas por fin en echar a andar un esfuerzo de
productividad y de prosperidad para todos. Pero, como eso es lo que dicen cada
vez que comienzan un nuevo reinado, habrá que ver con cuánta convicción están
hablando, cuánta sinceridad los ilumina. Por ahora el poder parece haber vuelto
a las manos de los predestinados: el río vuelve a su cauce. Pero todos sabemos
que la supuesta estabilidad de los últimos años no nace de la industria, ni de
la agricultura, ni de la creación de empleo, ni ha modificado la horrible
estructura de distribución del ingreso que ha sido la causa de todas nuestras
catástrofes. Hasta es incomprensible que el país haya sobrellevado sin hundirse
el colapso de su comercio con Venezuela y con Ecuador.
Nos dirán que cesó la negra noche, con todos los fantasmas que reinaron en ella,
y los consentidos del poder vendrán a recibir como siempre, a manos llenas, las
auroras de su invencible luz. Pero me temo que no será tan fácil recoger esa
cosecha de paz y de prosperidad sin asumir el precio inevitable.
Ahora querrán que Uribe no hable más, que pase a buen retiro, que no estorbe al
proyecto grandioso de regeneración de la patria. Pero Uribe no ignora que el
único prestigio político que hay hoy en Colombia es el suyo, que los santos se
están iluminando con velas ajenas, que muy posiblemente la patria ya no les
pertenece solamente a los vástagos de la aristocracia republicana.
Y si no quieren compartir ya con él la gloria inmarcesible ni el júbilo
inmortal, si les parece demasiado campechano y demasiado ecuestre, él y los
suyos se encargarán de recordarnos a todos que aquí sí pasó algo.
--
el retorno
------------ próxima parte ------------
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