[LaCrisi-paguinElsRics] Articulo premonitorio de Arturo Pérez-Reverte (1998)

Quim Pérez quim_perez en hotmail.com
Vie Mar 6 19:58:36 CET 2009


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Los amos del Mundo 


 Arturo Pérez-Reverte 



Artículo
premonitorio del escritor y periodista cartagenero Arturo
Pérez-Reverte, publicado en "El Semanal" el 15 de noviembre de 1998, y
que ahora, diez años después, se revela como una auténtica profecía: 


  
“Usted
no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los
cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las
manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su
futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos
quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de
un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro. 


Usted no tiene nada que ver con esos
fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos
estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio o al revés, van por
las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en
inglés cosas como longterm capital management, y hablan de fondos de
alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de
neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del
domingo. 


Usted no los conoce ni en pintura, pero
esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un
furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni
siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con
una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público,
pese a ser reputados analis-tas, tiburones de las finanzas,
prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre
terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y
nunca pierden ellos, cuando pierden. 


No crean riqueza, sino que especulan.
Lanzan al mundo combina-ciones fastuosas de economía financiera que
nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de
naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de
la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro. 


Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va
a perder; el riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía,
periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas
de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco
transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y
el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y
la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura,
meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que
los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados. 


Y en cuanto sale bien la primera operación
ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e
intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días. 


Y aunque ese espejismo especulador nada
tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente
en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta
entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y
esto, señores, es Jauja. 


Y de pronto resulta que no. De pronto
resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era
una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo
el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales,
peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial,
muestran su lado negro. Y entonces -¡oh, prodigio!- mientras que los
beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para
los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no. 


Las pérdidas, el mordisco financiero, el
pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía
internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre
las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el
beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay
que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de
salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda. 


Y esa solidaridad, imprescindible para
salvar la estabilidad mundial, la pagan con su pellejo, con sus
ahorros, y a veces con sus puestos de trabajo, Mariano Pérez Sánchez,
de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos
que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la
mañana para ganarse la vida. 


Eso es lo que viene, me temo. Nadie
perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca
faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que
juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena. 


Así que podemos ir amarrándonos los machos.
Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con
el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta
especulación y de tanta poca vergüenza.” 
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