[REpensar Barcelona] articulo de J Borja
elvirapujol
elvirapujol en sitesize.net
Mie Mayo 2 12:15:23 CEST 2007
El Pais, 2 mayo 2007
TRIBUNA: JORDI BORJA
El fin de la aventura
JORDI BORJA 02/05/2007
Breton amaba las ciudades en las que en cualquier esquina podía
surgir la aventura. Probablemente su calle era a la vez una
geografía, la de la gran ciudad, y una historia, una metáfora de la
aventura humana, del cambio. Estos últimos días, en nuestro entorno
político, las opciones políticas teóricamente portadoras de proyectos
transformadores, es decir, lo que se denomina la izquierda, se han
declarado solemnemente garantes del statu quo, portadoras de un
proyecto conservador que excluye la aventura. Nos referimos
obviamente a las elecciones en Francia y a la fundación del Partido
Demócrata en Italia. Sin duda, en nuestras sociedades hay mucho que
conservar, la democracia para empezar, por lo tanto, no interpreten
lo dicho como un juicio totalmente negativo, puesto que ante
alternativas políticas como las que representan Sarkozy y Berlusconi,
aventureros retrógrados, votar por el "centro izquierda" francés o
por el PD italiano nos parece lo más razonable. Pero esta conversión
al "fin de la historia" es algo más que una imagen electoral.
En un reciente artículo la intelectual italiana Rossana Rossanda,
refiriéndose al PD cita un verso de Montale: "Hoy sólo esto podemos
decirte, aquello que no somos, aquello que no queremos". El no somos
no se refiere únicamente a Berlusconi, es también un abandono de su
historia, o como dice Rossanda, de su raíz socialista, es decir, de
un proyecto de sociedad distinta. El problema no es que este partido
se defina modestamente como "reformista", sino que sólo se hacen
reformas significativas si se es portador de una propuesta global, de
una aventura histórica, que proporcione fuerza y coherencia a la
práctica de cada día.
La noche electoral francesa nos ha deparado una confusión de roles
sorprendente. Sarkozy convertido en tribuno de la plebe, asegurando
ayuda y protección a todos los desvalidos y exaltando la cultura del
trabajo, y Le Pen hablando en nombre de los trabajadores, incluidos
los inmigrantes legales, mejor si están nacionalizados, a los que hay
que proteger de la competencia de los recién llegados. El centrista
Bayrou aparecía como representante del cambio radical a pesar de su
trayectoria de ministro de la derecha y de electo hasta ahora por una
base social conservadora. Y la candidata de la izquierda, Royal, por
cierto una pésima comunicadora, se ha limitado a no ser Sarkozy,
mostrando una cara más amable y defendiendo los valores de toda la
vida: familia, esfuerzo, autoridad, bandera e himno.
Como ven el panorama no es muy distinto del de acá. Frente a un PP
rabioso se impone el talante de ZP. Ni más ni menos, aunque
reconozcamos que menos mal. Y en Cataluña, desaparecidos del primer
plano los dos líderes históricos, es decir, con proyectos de futuro,
Pujol y Maragall, y sin el espantapájaros de un débil PP, incapaz de
integrar una mayoría de gobierno, nos hemos instalado en una aburrida
tranquilidad, tanto por parte de la coalición de gobierno como por
parte de la oposición convergente, que ni tan sólo las inocuas
salidas de tono de algunos líderes republicanos logran remover.
Las próximas elecciones municipales simplemente prometen más de lo
mismo. El debate entre los cinco candidatos a la alcaldía de
Barcelona ha provocado un entusiasmo muy descriptible, el
aburrimiento total. Es posible que tanto los candidatos ahora
gobernantes como la mayoría de los electores piensen que tal como
están las cosas cualquier cambio sería para peor. El partido del
alcalde quizá ha agotado su capacidad de innovación cambiando el
candidato. Y los dos partidos minoritarios del gobierno de la ciudad
asumen modestas propuestas compasivas, como no tratar mal a
prostitutas y mendigos, y ocuparse de los más pobres y de los
animales, es decir, a demostrar que son buena gente, con el aderezo
de un ecologismo light unos y de una vaga e inoperante retórica
nacionalista los otros. Nada nuevo bajo el sol tampoco por parte de
la oposición. Tan poco creíble es el candidato convergente
pretendiendo desbordar por la izquierda al gobierno actual como el
del PP presentando una ciudad caótica, violenta y decadente que no
corresponde para nada a la percepción de la gran mayoría de los
ciudadanos.
En fin, que si los ciudadanos tenemos derecho a no aburrirnos
deberemos buscar la diversión fuera del ámbito político. Se ha dicho
que la democracia, si va bien, es aburrida. Puede ser, pero el mundo
actual y nuestras complejas sociedades urbanas exigen una capacidad
de innovación permanente y resulta una contradicción poco aceptable
que los discursos políticos pidan a los ciudadanos que sean
dinámicos, innovadores, abiertos al cambio, y su práctica
institucional sea inmovilista.
El resultado del aburrimiento es el abstencionismo político. Es
cierto que ahora en Francia la participación ha sido muy alta, para
votar contra o a favor de Sarkozy. Y es probable que esta
movilización de votantes se repitiera ante la amenaza de un retorno
de Berlusconi o Aznar en los países respectivos. Pero son votos
coyunturales, para defenderse de una amenaza, o movilizados por el
populismo demagógico de esta derecha autoritaria. Los sectores más
vulnerables de la sociedad, más marginales, precarios o empobrecidos
se encuentran a veces más representados por esta demagogia que por el
discurso civilizado y conservador de la izquierda, aunque se defina
como reformista. Dominique Strauss-Kahn, dirigente social demócrata
prestigioso, probable primer ministro o superministro de Economía si
Ségolène Royal es electa, ha justificado esta situación argumentando
que "los sectores pobres están poco estructurados y no son una fuerza
con la que se pueda contar para promover un desarrollo democrático".
Es una dimisión difícilmente comprensible de la izquierda. Una doble
renuncia: a un proyecto propio y esperanzador de futuro, y a
representar los intereses de los sectores menos favorecidos de la
sociedad.
Sin embargo, nos queda la ciudad como ámbito en el que la iniciativa
social y cultural puede manifestarse y tener efectos políticos. Sería
saludable que en las próximas semanas, preelectorales, se expresaran
propuestas alternativas de todo tipo que removieran las aguas
demasiado quietas de las instituciones locales. Y una información de
interés ciudadano. Si tienen ocasión viajen a París un fin de semana
y visiten la estimulante exposición ¡La calle es nuestra... de todos!
en la Gran Biblioteca Nacional de Francia. Ahora que un urbanismo
especulativo y una política miedosa niega o teme la diversidad de la
calle encontrarán en la exposición una fantástica explosión de ideas.
La libertad, es decir, la aventura posible, está en la calle.
Jordi Borja es urbanista.
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