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Vie Abr 7 11:23:03 CEST 2006


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ARTÍCULO // EL PUNTO DE VISTA
¿SE HA SALVADO CAN RICART?

  • Barcelona momifica el patrimonio arquitectónico del Poblenou y
ahuyenta a artesanos y artistas

 
ÓSCAR Guayabero
Diseñador y vicepresidente del FAD

Can Ricart se ha salvado. Éste es el resumen de la propuesta del
Ayuntamiento de Barcelona. El 67% del recinto fabril del Poblenou se 
conservará y, afortunadamente, el incendio que se dasató tras la
presentación del plan municipal no parece haber causado daños
irreparables. La capacidad de aunar voluntades en colectivos tan
diversos como vecinos, historiadores, industriales y artistas ha dado 
resultado. Sin ellos, el pasado verano el recinto habría sucumbido a  las
excavadoras. Debe haber sido duro negociar con el propietario. Sus 
intereses económicos, legitimados por el plan 22@, deben haber llevado  de
cabeza tanto a técnicos como a políticos. Ésta es la impresión al  leer la
prensa. Entonces ¿por que la Plataforma Salvem Can Ricart ha  rechazado el
proyecto?
  El concepto de valor histórico más extendido entre cargos públicos,
técnicos e incluso entre algunos historiadores, se ha basado en una  idea
museística del pasado. Todo aquello que se puede catalogar, datar  y
coleccionar es la base de la mayoría de operaciones de conservación.  El
resultado es una tendencia a la momificación. ¿Merece la pena
conservar fábricas vacías de trabajadores, talleres huérfanos de
artesanos, estudios desnudos de artistas? El verdadero valor
patrimonial viene determinado por la relación indisoluble entre el 
espacio y los usos sociales que lo caracterizan.
  No hemos de caer en el romanticismo, ni el arquitectónico, ni el
social. Sin embargo, un estudio cualitativo de los lugares de trabajo 
desaparecidos por la operación Diagonal, Fòrum y 22@ nos dirá que la 
ciudad ha perdido artesanos y talleres con técnicas propias. El tiempo 
mutó fábricas en viveros, donde creatividad y producción convivían. Can 
Ricart acogía en un mismo lugar a videocreadores y una cerería
artesana, a artistas de taller, a carpinteros y metalistas. La trama 
microurbana creaba espacios y rincones para unos y otros.

LA ADECUACIÓN de los usos es lo que da sentido a su existencia, pero  debe
hacerse desde la historia en minúscula. Las sinergias, un sistema  de
moldes semimanual que nadie más usa, etcétera. Ningún catálogo 
patrimonial será capaz de dar valor a estos hechos, que son los que 
pueden justificar su conservación activa. Los talleres se pueden
reubicar y los trabajadores, prejubilar o recolocar. Pero se pierde un 
intangible, el conjunto. Y eso lo pierde la ciudad. Para conservar Can 
Ricart no basta con rescatar las naves. Se necesita crear relaciones 
entre lo que necesita el barrio, sean guarderías o geriátricos, lo que 
necesitan los industriales y lo que necesita la ciudad. Hay el peligro  de
tematizar Poblenou creando rehabilitaciones vacías. Serían, tal como 
afirma Juan José Lahuerta en Destrucción de Barcelona (editorial Mudito  &
Co), "como caparazones después de que haya sido sorbida su carne, 
aspirado lo blando y jugoso, suculento, sustancioso, que tenían
dentro".
  Por otro lado, se ponen cada vez más dificultades a los creadores. En
el Poblenou se han perdido 23 centros de producción artística y cuatro 
más están en peligro; sólo dos quedarán en activo. Se pueden encontrar 
motivos: ruidos, olores, convivencia complicada, alquileres sin
actualizar, falta de condiciones de seguridad, etcétera. La casuística 
concreta puede acabar justificando un verdadero éxodo de masa gris. Los 
creadores encontrarán otra ciudad u otra actividad porque,
afortunadamente para ellos, se llevan el capital consigo. La que pierde 
es Barcelona. La capacidad creativa es uno de los activos más
prometedores en la economía actual. Hoy la balanza marca un claro  déficit
en cuanto a espacios para creadores y pequeños talleres.
  La ciudad está deslumbrada por el poder dinamizador de los centros
culturales. Surgen museos y fundaciones culturales, con importantes 
presupuestos, que exhiben, estudian y difunden cultura, sea diseño,  arte
precolombino, ciencia o gastronomía. Estas plataformas de
visualización cultural parecen generar unos beneficios que las hacen 
deseables: turismo de calidad, inversiones financieras, rehabilitación  de
las zonas cercanas...

LA BONDAD del planteamiento contrasta con la perversidad de los
resultados. Estamos edificando centros culturales sobre los escombros  de
lugares de producción cultural. El famoso Eixample ya no es
económicamente accesible para que nuestros diseñadores exporten su 
talento. Las franquicias ocupan su lugar. En Can Ricart, la Casa de las 
Lenguas se hará sobre los restos de Can Font, donde habían trabajado 
hasta 25 artistas y artesanos. Perdemos centros de cultura y ganamos 
centros culturales. Podemos llegar a no tener nada que exhibir si 
seguimos echando a creadores, artistas y poetas.
  Aún no se ha salvado Can Ricart. Hoy parece más un animal disecado,
con apariencia pero sin vida. Podrá ser catalogado, pero estará por 
siempre inmóvil. Aún estamos a tiempo de evitarlo entre todos, y creo  que
Barcelona lo necesita.


Noticia publicada en la página 8 de la edición de 7/4/2006 de El
Periódico - edición impresa. Para ver la página completa, descargue el 
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