[Redcercana] Video y palabras para una democracia real YA]]

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Mie Jun 29 14:34:49 CEST 2011





palabras del escritor y humanista José Luis Sampedro e intervención del
profesor
Carlos Taibo en Madrid a invitación de Democracia real ya


 http://www.youtube.com/watch?v=CgXQOyivrRg


Palabras del 15 de mayo

OPINIÓN. Colaboración. Por Carlos Taibo

Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)





Palabras del 15 de mayo


HE intentado reconstruir aquí, sobre la base de mis apuntes, lo que dije
en la
Puerta del Sol madrileña el domingo 15, al final de la multitudinaria
manifestación
que convocó la plataforma Democracia Real Ya. Tiempo habrá para valorar -a
mí me
cuesta trabajo- qué es lo que está ocurriendo estos días. Me contento
ahora con
llamar la atención sobre una discreta experiencia personal que algo nos
dice -creo-
de la zozobra con la que los medios de incomunicación del sistema han
asumido la
revuelta de tantos jóvenes.


EN las jornadas sucesivas al día 15 recibí un buen puñado de llamadas de
esos medios
de incomunicación. Algunas procedían, por cierto, de emisoras de radio y de
periódicos que de manera altiva y descortés me habían puesto en la calle
en su
momento. Me pareció evidente que los profesionales correspondientes andaban
desesperados buscando alguna cara que ponerle al movimiento que,
fundamentalmente
articulado por jóvenes, empezaba a tomar la calle. En todos los casos -ya
tendré
tiempo de cambiar, si procede, de conducta- me negué a hacer declaración
alguna y en
todos sugerí que entrevistasen a los organizadores de las manifestaciones
y, más
aún, a los propios manifestantes. En una de esas conversaciones mi
interlocutor
insistió en su demanda y me preguntó expresamente si no habría algún otro
profesor
universitario que pudiera poner su cara. Al parecer, y a los ojos de
algunos, para
explicar lo que está sucediendo es inevitable echar mano
 de las sesudas explicaciones que proporcionamos los profesores de
universidad, como
si la gente de a pie no supiera expresarse con claridad y contundencia.
Menos mal
que hay algún profesional que se salva. Ayer, y de nuevo en la Puerta del
Sol, un
periodista me dijo que los jóvenes a los que había entrevistado hablaban
mucho
mejor que Tomás Gómez y -me da el pálpito- que la propia señora De Cospedal.

ANTES de colocar mi texto, me permito agregar una última observación: no sólo
debemos estar sobre aviso ante lo que hacen los medios -para cuándo una
activa
campaña de denuncia de lo que supone esa genuina plaga contemporánea que
son los
tertulianos-. También debemos guardar las distancias con respecto a lo que
dicen y
se aprestan a hacer muchas gentes de la izquierda de siempre que, bien
intencionadas, se proponen encauzar unos movimientos que en último término no
comprenden y miran con desdén. Ahí van, en cualquier caso, mis palabras
del día 15:


“QUIENES estamos aquí somos, a buen seguro, personas muy distintas.
Llevamos en la
cabeza proyectos e ideales diferentes. Han conseguido, sin embargo, que
nos pongamos
de acuerdo en un puñado de ideas básicas. Las intento resumir de manera
muy rápida.

PRIMERA. Lo llaman democracia y no lo es. Las principales instituciones y,
con
ellas, los principales partidos han conseguido demostrar su capacidad para
funcionar
al margen del ruido molesto que emite la población. Los dos partidos más
importantes, en singular, escenifican desde tiempo atrás una confrontación
aparentemente severa que esconde una fundamental comunidad de ideas. Uno y
otro
mantienen en sus filas, por cierto, a personas de más que dudosa
moralidad. No es
difícil adivinar lo que hay por detrás: en los hechos son formidables
corporaciones
económico-financieras las que dictan la mayoría de las reglas del juego.

SEGUNDA. Somos víctimas con frecuencia de grandes cifras que se nos
imponen. En mayo
de 2010, por proponer un ejemplo, la Unión Europea exigió del Gobierno
español que
redujese en 15.000 millones de euros el gasto público. Nadie sabe a
ciencia cierta
qué son 15.000 millones de euros.


PARA comprenderlo no está de más que asumamos una rápida comparación con
otras
cifras. Unos años atrás ese Gobierno español que acabo de mencionar
destinó en
inicio 9.000 millones de euros al saneamiento de una única caja de
ahorros, la de
Castilla-La Mancha, que se hallaba al borde de la quiebra; estoy hablando
de una
cifra que se acercaba a las dos terceras partes de la de la exigida en
recortes por
la Unión Europea. Durante dos años fiscales consecutivos, ese mismo Gobierno
obsequió con 400 euros a todos los que hacemos una declaración de la
renta. A todos,
dicho sea de paso, por igual: lo mismo recibió el señor Botín que el
ciudadano más
pobre. Según una estimación, ese regalo se llevó, en cada uno de esos
años, 10.000
millones de euros. Estoy hablando del mismo Gobierno, que se autotitula
socialista,
que no dudó en suprimir un impuesto, el del patrimonio, que por lógica
grava ante
todo a los ricos, reduciendo sensiblemente la
 recaudación, mientras incrementaba en cambio otro, el IVA, que castiga a los
pobres. El mismo Gobierno, en fin, que apenas hace nada para luchar contra el
fraude fiscal y que mantiene la legislación más laxa de la Unión Europea
en lo que
hace a evasión de capitales y paraísos fiscales.


TERCERA. Si hay un dios que adoran políticos, economistas y muchos
sindicalistas,
ese dios es el de la competitividad. Cualquier persona con dos dedos de
cabeza sabe,
sin embargo, en qué se han traducido, para la mayoría de quienes están
aquí, las
formidables ganancias obtenidas en los últimos años en materia de
competitividad:
salarios cada vez más bajos, jornadas laborales cada vez más prolongadas,
derechos
sociales que retroceden, precariedad por todas partes.

NO es difícil identificar a las víctimas de tanta miseria. La primera la
aportan los
jóvenes, que engrosan masivamente nuestro ejército de reserva de
desempleados. Si no
hubiera muchas tragedias por detrás, tendría su gracia glosar esa deriva
terminológica que hace media docena de años nos invitaba a hablar de
mileuristas
para retratar una delicada situación, hoy nos invita a hacerlo de
quinientoseuristas
y pasado mañana, las cosas como van, nos obligará a referirnos a los
trescientoseuristas. Las segundas víctimas son las mujeres, de siempre
peor pagadas
y condenadas a ocupar los escalones inferiores de la pirámide productiva,
a más de
verse obligadas a cargar con el grueso del trabajo doméstico. Una tercera
víctima
son los olvidados de siempre, los ancianos, ignorados en particular por
esos dos
maravillosos sindicatos, Comisiones y UGT, siempre dispuestos a firmar lo
infirmable. No quiero olvidar, en cuarto y último lugar, a nuestros
 amigos inmigrantes, convertidos, según las coyunturas, en mercancía de
quita y pon.
Estoy hablando, al fin y al cabo, de una escueta minoría de la población:
jóvenes,
mujeres, ancianos e inmigrantes.


CUARTA. No quiero dejar en el olvido los derechos de las generaciones
venideras y,
con ellos, los de las demás especies que nos acompañan en el planeta
Tierra. Lo digo
porque en este país en el que estamos hace mucho tiempo que confundimos
crecimiento
y consumo, por un lado, con felicidad y bienestar, por el otro. Hablo del
mismo país
que ha permitido orgulloso que su huella ecológica se acrecentase
espectacularmente,
con  efecto principal en la ruptura de precarios equilibrios
medioambientales. Ahí
están, para testimoniarlo, la idolatría del automóvil y de su cultura, esos
maravillosos trenes de alta velocidad que permiten que los ricos se muevan
con
rapidez mientras se deterioran las posibilidades al alcance de las clases
populares,
los castigos, acaso irreversibles, que han padecido nuestras costas o,
para dejarlo
ahí, la dramática desaparición de la vida rural. Nada retrata mejor dónde
estamos
que el hecho de que España se encuentre en
 el furgón de cola de la Unión Europea en lo hace a la lucha contra el cambio
climático, con un Gobierno que alienta la impresentable compra de cuotas de
contaminación en países pobres que no están en condiciones de agotar las
suyas.

QUINTA. Entre las reivindicaciones que plantea la plataforma que promueve
estas
manifestaciones y concentraciones hay una expresa relativa a la urgencia
de reducir
el gasto militar. Me parece tanto más pertinente cuanto que en los últimos
años
hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo nuestros diferentes gobernantes
rebajaban de manera muy sensible la ayuda al desarrollo. Nunca lo
subrayaremos de
manera suficiente: el momento más tétrico de nuestra crisis dibuja un
escenario
claramente preferible al momento más airoso de la situación de la mayoría
de los
países del Sur.


VUELVO, con todo, a lo del gasto militar. Este último, visiblemente
ocultado tras
numerosas partidas, responde a dos grandes objetivos. El primero no es
otro que
mantener a España en el núcleo de los países poderosos, con los deberes
consiguientes en materia de apoyo a esas genuinas guerras de rapiña global
que
lideran los Estados Unidos. El segundo se vincula con el designio de
preservar un
apoyo franco a lo que hacen tantas empresas españolas en el exterior.
¿Alguien ha
tenido noticia de que algún portavoz del Partido Socialista o del Partido
Popular se
haya atrevido a criticar, siquiera sólo sea livianamente, las violaciones de
derechos humanos básicos de las que son responsables empresas españolas en
Colombia
como en Ecuador, en Perú como en Bolivia, en Argentina como en Brasil?

ACABO. Me gustaría en estas horas tener un recuerdo para alguien que nos
ha dejado
en Madrid el martes pasado. Hablo de Ramón Fernández Durán, que iluminó
nuestro
conocimiento en lo que respecta a las miserias del capitalismo global y
nos puso
sobre aviso ante lo que nos espera de la mano de esa genuina edad de las
tinieblas
en la que, si no lo remediamos, nos adentramos a marchas forzadas. No se
me ocurre
mejor manera de hacerlo que la que me invita a rescatar una frase que ha
repetido
muchas veces mi amigo José Luis Sampedro, de quien escucharemos, por
cierto, un
saludo dentro de unos minutos. La frase en cuestión, que creo refleja bien
a las
claras nuestra intención de esta tarde, la pronunció Martin Luther King,
el muñidor
principal del movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos de
cincuenta años
atrás. Dice así: Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo, lo que nos
parecerá más
grave no serán las fechorías de los malvados,
 sino el escandaloso silencio de las buenas personas. Muchas gracias por
haberme
escuchado".












palabras del escritor y humanista José Luis Sampedro e intervención del
profesor Carlos Taibo en Madrid a invitación de Democracia real ya
 
 
 http://www.youtube.com/watch?v=CgXQOyivrRg
 
  
Palabras del 15 de mayo
  
OPINIÓN. Colaboración. Por Carlos Taibo

Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)





Palabras del 15 de mayo


HE intentado reconstruir aquí, sobre la base de mis apuntes, lo que dije
en la Puerta del Sol madrileña el domingo 15, al final de la
multitudinaria manifestación que convocó la plataforma Democracia Real
Ya. Tiempo habrá para valorar -a mí me cuesta trabajo- qué es lo que
está ocurriendo estos días. Me contento ahora con llamar la atención
sobre una discreta experiencia personal que algo nos dice -creo- de la
zozobra con la que los medios de incomunicación del sistema han asumido
la revuelta de tantos jóvenes.


EN las jornadas sucesivas al día 15 recibí un buen puñado de llamadas
de esos medios de incomunicación. Algunas procedían, por cierto, de
emisoras de radio y de periódicos que de manera altiva y descortés me
habían puesto en la calle en su momento. Me pareció evidente que los
profesionales correspondientes andaban desesperados buscando alguna cara
que ponerle al movimiento que, fundamentalmente articulado por jóvenes,
empezaba a tomar la calle. En todos los casos -ya tendré tiempo de
cambiar, si procede, de conducta- me negué a hacer declaración alguna y
en todos sugerí que entrevistasen a los organizadores de las
manifestaciones y, más aún, a los propios manifestantes. En una de esas
conversaciones mi interlocutor insistió en su demanda y me preguntó
expresamente si no habría algún otro profesor universitario que pudiera
poner su cara. Al parecer, y a los ojos de algunos, para explicar lo que
está sucediendo es inevitable echar mano
 de las sesudas explicaciones que proporcionamos los profesores de
universidad, como si la gente de a pie no supiera expresarse con claridad
y contundencia. Menos mal que hay algún profesional que se salva. Ayer,
y de nuevo en la Puerta del Sol, un periodista me dijo que los jóvenes a
los que había entrevistado hablaban mucho mejor que Tomás Gómez y -me
da el pálpito- que la propia señora De Cospedal.

ANTES de colocar mi texto, me permito agregar una última observación: no
sólo debemos estar sobre aviso ante lo que hacen los medios -para cuándo
una activa campaña de denuncia de lo que supone esa genuina plaga
contemporánea que son los tertulianos-. También debemos guardar las
distancias con respecto a lo que dicen y se aprestan a hacer muchas gentes
de la izquierda de siempre que, bien intencionadas, se proponen encauzar
unos movimientos que en último término no comprenden y miran con
desdén. Ahí van, en cualquier caso, mis palabras del día 15:


“QUIENES estamos aquí somos, a buen seguro, personas muy distintas.
Llevamos en la cabeza proyectos e ideales diferentes. Han conseguido, sin
embargo, que nos pongamos de acuerdo en un puñado de ideas básicas. Las
intento resumir de manera muy rápida.

PRIMERA. Lo llaman democracia y no lo es. Las principales instituciones y,
con ellas, los principales partidos han conseguido demostrar su capacidad
para funcionar al margen del ruido molesto que emite la población. Los
dos partidos más importantes, en singular, escenifican desde tiempo
atrás una confrontación aparentemente severa que esconde una fundamental
comunidad de ideas. Uno y otro mantienen en sus filas, por cierto, a
personas de más que dudosa moralidad. No es difícil adivinar lo que hay
por detrás: en los hechos son formidables corporaciones
económico-financieras las que dictan la mayoría de las reglas del
juego.   

SEGUNDA. Somos víctimas con frecuencia de grandes cifras que se nos
imponen. En mayo de 2010, por proponer un ejemplo, la Unión Europea
exigió del Gobierno español que redujese en 15.000 millones de euros el
gasto público. Nadie sabe a ciencia cierta qué son 15.000 millones de
euros.


PARA comprenderlo no está de más que asumamos una rápida comparación
con otras cifras. Unos años atrás ese Gobierno español que acabo de
mencionar destinó en inicio 9.000 millones de euros al saneamiento de una
única caja de ahorros, la de Castilla-La Mancha, que se hallaba al borde
de la quiebra; estoy hablando de una cifra que se acercaba a las dos
terceras partes de la de la exigida en recortes por la Unión Europea.
Durante dos años fiscales consecutivos, ese mismo Gobierno obsequió con
400 euros a todos los que hacemos una declaración de la renta. A todos,
dicho sea de paso, por igual: lo mismo recibió el señor Botín que el
ciudadano más pobre. Según una estimación, ese regalo se llevó, en
cada uno de esos años, 10.000 millones de euros. Estoy hablando del mismo
Gobierno, que se autotitula socialista, que no dudó en suprimir un
impuesto, el del patrimonio, que por lógica grava ante todo a los ricos,
reduciendo sensiblemente la
 recaudación, mientras incrementaba en cambio otro, el IVA, que castiga a
los pobres. El mismo Gobierno, en fin, que apenas hace nada para luchar
contra el fraude fiscal y que mantiene la legislación más laxa de la
Unión Europea en lo que hace a evasión de capitales y paraísos
fiscales.


TERCERA. Si hay un dios que adoran políticos, economistas y muchos
sindicalistas, ese dios es el de la competitividad. Cualquier persona con
dos dedos de cabeza sabe, sin embargo, en qué se han traducido, para la
mayoría de quienes están aquí, las formidables ganancias obtenidas en
los últimos años en materia de competitividad: salarios cada vez más
bajos, jornadas laborales cada vez más prolongadas, derechos sociales que
retroceden, precariedad por todas partes.

NO es difícil identificar a las víctimas de tanta miseria. La primera la
aportan los jóvenes, que engrosan masivamente nuestro ejército de
reserva de desempleados. Si no hubiera muchas tragedias por detrás,
tendría su gracia glosar esa deriva terminológica que hace media docena
de años nos invitaba a hablar de mileuristas para retratar una delicada
situación, hoy nos invita a hacerlo de quinientoseuristas y pasado
mañana, las cosas como van, nos obligará a referirnos a los
trescientoseuristas. Las segundas víctimas son las mujeres, de siempre
peor pagadas y condenadas a ocupar los escalones inferiores de la
pirámide productiva, a más de verse obligadas a cargar con el grueso del
trabajo doméstico. Una tercera víctima son los olvidados de siempre, los
ancianos, ignorados en particular por esos dos maravillosos sindicatos,
Comisiones y UGT, siempre dispuestos a firmar lo infirmable. No quiero
olvidar, en cuarto y último lugar, a nuestros
 amigos inmigrantes, convertidos, según las coyunturas, en mercancía de
quita y pon. Estoy hablando, al fin y al cabo, de una escueta minoría de
la población: jóvenes, mujeres, ancianos e inmigrantes.


CUARTA. No quiero dejar en el olvido los derechos de las generaciones
venideras y, con ellos, los de las demás especies que nos acompañan en
el planeta Tierra. Lo digo porque en este país en el que estamos hace
mucho tiempo que confundimos crecimiento y consumo, por un lado, con
felicidad y bienestar, por el otro. Hablo del mismo país que ha permitido
orgulloso que su huella ecológica se acrecentase espectacularmente, con 
efecto principal en la ruptura de precarios equilibrios medioambientales.
Ahí están, para testimoniarlo, la idolatría del automóvil y de su
cultura, esos maravillosos trenes de alta velocidad que permiten que los
ricos se muevan con rapidez mientras se deterioran las posibilidades al
alcance de las clases populares, los castigos, acaso irreversibles, que
han padecido nuestras costas o, para dejarlo ahí, la dramática
desaparición de la vida rural. Nada retrata mejor dónde estamos que el
hecho de que España se encuentre en
 el furgón de cola de la Unión Europea en lo hace a la lucha contra el
cambio climático, con un Gobierno que alienta la impresentable compra de
cuotas de contaminación en países pobres que no están en condiciones
de agotar las suyas.  

QUINTA. Entre las reivindicaciones que plantea la plataforma que promueve
estas manifestaciones y concentraciones hay una expresa relativa a la
urgencia de reducir el gasto militar. Me parece tanto más pertinente
cuanto que en los últimos años hemos tenido la oportunidad de comprobar
cómo nuestros diferentes gobernantes rebajaban de manera muy sensible la
ayuda al desarrollo. Nunca lo subrayaremos de manera suficiente: el
momento más tétrico de nuestra crisis dibuja un escenario claramente
preferible al momento más airoso de la situación de la mayoría de los
países del Sur.


VUELVO, con todo, a lo del gasto militar. Este último, visiblemente
ocultado tras numerosas partidas, responde a dos grandes objetivos. El
primero no es otro que mantener a España en el núcleo de los países
poderosos, con los deberes consiguientes en materia de apoyo a esas
genuinas guerras de rapiña global que lideran los Estados Unidos. El
segundo se vincula con el designio de preservar un apoyo franco a lo que
hacen tantas empresas españolas en el exterior. ¿Alguien ha tenido
noticia de que algún portavoz del Partido Socialista o del Partido
Popular se haya atrevido a criticar, siquiera sólo sea livianamente, las
violaciones de derechos humanos básicos de las que son responsables
empresas españolas en Colombia como en Ecuador, en Perú como en Bolivia,
en Argentina como en Brasil?

ACABO. Me gustaría en estas horas tener un recuerdo para alguien que nos
ha dejado en Madrid el martes pasado. Hablo de Ramón Fernández Durán,
que iluminó nuestro conocimiento en lo que respecta a las miserias del
capitalismo global y nos puso sobre aviso ante lo que nos espera de la
mano de esa genuina edad de las tinieblas en la que, si no lo remediamos,
nos adentramos a marchas forzadas. No se me ocurre mejor manera de hacerlo
que la que me invita a rescatar una frase que ha repetido muchas veces mi
amigo José Luis Sampedro, de quien escucharemos, por cierto, un saludo
dentro de unos minutos. La frase en cuestión, que creo refleja bien a las
claras nuestra intención de esta tarde, la pronunció Martin Luther King,
el muñidor principal del movimiento de derechos civiles en los Estados
Unidos de cincuenta años atrás. Dice así: Cuando reflexionemos sobre
nuestro siglo, lo que nos parecerá más grave no serán las fechorías de
los malvados,
 sino el escandaloso silencio de las buenas personas. Muchas gracias por
haberme escuchado".
 
------------ próxima parte ------------
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