África en la globalización neoliberal: las alternativas africanas Mbuyi Kabunda Badi** Estado de la cuestión Para conseguir la globalización/mundialización, las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial, FMI, OCDE, OMC, G8) han debilitado el Estado desde arriba (imposición de las reglas del derecho internacional y de la economía internacional) y desde abajo (fomento de los integrismos étnicos y religiosos centrífugos). Dicho de otra manera, estas instituciones consideraron durante más de dos décadas la acumulación estatal (o el sector público) como fuente de ineficiencia y de corrupción, y la acumulación privada (o el sector privado) como motor del desarrollo y eficiente, a pesar de las desigualdades que genera, para ellas “temporalmente”, como mal menor y necesario. En definitiva, la globalización basada en la ideología neoliberal defiende las ideas * Profesor del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo y del Doctorado de Relaciones Internacionales y Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid mbuyikabunda@yahoo.com 77 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf siguientes (Horman, 1997: 18): el desarrollo depende del crecimiento; el crecimiento está condicionado por la integración en los intercambios internacionales de la economía mundializada; esta integración puede realizarse sólo por la liberalización de capitales, la flexibilidad del trabajo, las privatizaciones, la sumisión a las leyes naturales del mercado; la liberalización es garante del desarrollo. En resumen, el progreso de las personas es función de su sometimiento a las fuerzas impersonales del capitalismo. Existen interesantes debates sobre los aspectos positivos y negativos de la globalización/mundialización (cf. Held y McGrew, 2002: 1-24; Hafez, 2002: 172-173), que es preciso recordar para contextualizar la situación de África frente a este fenómeno. Para sus defensores (los “globalizadores” o “apologistas del papel estabilizador de la globalización”), la mundialización que nace de la revolución tecnológica (innovaciones en los campos de las telecomunicaciones, transportes y cálculos rápidos) es producto de la economía de mercado y de los regímenes liberales y democráticos, estableciendo la amalgama entre la democracia y la mejora del bienestar material. O para parafrasear a Alain Minc (2002), uno de los ideólogos más destacados del neoliberalismo, “el capitalismo no puede derrumbarse, es el estado natural de la sociedad. La democracia no es el estado natural de la sociedad. El mercado, sí”. Es decir, la deificación del mercado. Los globalizadores consideran la mundialización actual como un profundo proceso de transformación. Rechazan la afirmación según la cual la globalización es sinónimo de occidentalización y norteamericanización, para insistir en las actividades políticas, económicas y sociales por encima de las fronteras nacionales. Pero para los excluidos y los detractores de la globalización, cuyos análisis compartimos, nunca las desigualdades y exclusiones, tanto a nivel internacional como dentro de cada país, han sido tan fuertes como en la actualidad: 3 mil millones de personas viven con menos de dos dólares al día. Los altermundialistas responsabilizan de esta situación a los cuatro pilares del gobierno mundial, a saber el Banco Mundial, el FMI, la OMC y la OCDE, que han aniquilado completamente a la ONU y sus iniciativas (Traub, 2006), pilares de los que exigen el control democrático. El balance, que se puede hacer hoy de las políticas de estas instituciones convertidas en “hospitales de la economía mundial” o globalizadores, es alarmante: nunca el desorden monetario había sido tan grande, la pobreza en el mundo ha aumentado en proporciones preocupantes. El crecimiento de la economía, en el que se apoyan para defender sus tesis neoliberales, no se ha acompañado del reparto equitativo del bienestar social. La situación de los más pobres se ha estancado, mientras que la diferencia entre los pobres y los ricos se ha duplicado en 40 años. La situación de África en la globalización En el marco arriba dibujado de un mundo unipolar, basado en el “pensamiento único”, África está marginada por una serie de mecanismos: -La subordinación en el sistema al participar sus dirigentes en las reglas del juego (participación ilustrada por el NEPAD). -La marginación en el proceso de toma de decisiones e iniciativas de las instituciones financieras internacionales. -El fracaso de sus intentos de regionalización (ilustrado por la creación de la Unión 78 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf Africana, una “OUA bis” o “reformada”, que destaca por el mimetismo de la UE). -La imposición a los países africanos de la “ecocracia”, o del colonialismo ecológico, por considerar el ecosistema como un acervo común de la Humanidad. -La sumisión a las leyes de la democracia liberal, con el fracaso del proceso de democratización, caracterizado por el reemplazo de las oligarquías autoritarias por las oligarquías liberales, más o menos presentables. -La reducción de la ayuda al desarrollo y su sumisión a las condicionalidades o condicionantes (buen gobierno político y económico según las reglas de la democracia liberal y la economía de mercado, lucha contra el terrorismo y la inmigración). -La entrega del continente a las ONGs, para crear las bases del neoliberalismo y de la futura incorporación subordinada del continente en la mundialización. De este modo, África, que ha perdido su importancia geoestratégica y geopolítica de la época de la Guerra Fría, la cual parece recuperar en la actualidad sólo por la lucha contra el terrorismo y por el acceso a su petróleo, ha sido puesta bajo tutela internacional de las instituciones financieras internacionales y de las multinacionales, es decir la recolonización neoliberal. En el sistema internacional globalizado, África está en la periferia de la economía y de la política globales, tanto en la nueva división internacional del trabajo como en la nueva configuración internacional del poder. Su marginación, que empezó décadas anteriores, se ha profundizado con la imposición a los países africanos de los Programas de Ajuste Estructural (PAE), es decir del modelo librecambista de desarrollo, responsable de la descomposición política y económica de muchos Estados, convertidos en Estados “fallidos” y de la proliferación de conflictos geoeconómicos e identitarios. Las consecuencias del abandono de la vía tercermundista autocentrada y la adopción de las políticas neoliberales en África son: el abandono del sector público sustituido por las privatizaciones, el aumento de la deuda externa y la profundización de los sufrimientos humanos. Es decir, la mundialización ha destruido las bases del “Estado providencial”, manteniéndolo sólo como un aparato de opresión, un Estado deslegitimado y desestabilizado al someterse a los deberes externos en detrimento de los deberes y desarrollo internos (Delmas, 1995: 150). Existe una clara contradicción entre la integración mundial de los sistemas económicos y la desintegración nacional de los sistemas políticos. De todo lo que antecede, y siguiendo a Claude Ake (1995: 22-23), la globalización, ha tomado principalmente la forma de una movilidad del capital a través del mundo a la búsqueda de beneficios, tal y como se refleja en el aumento de las actividades y del poder de las transnacionales, sobre todo en África, donde dicho proceso favorece la exportación y saqueo a gran escala de los recursos naturales, utilizando las nuevas tecnologías, es decir las prácticas responsables de las hambrunas y del empobrecimiento de los africanos. La globalización supone, para los países del África Subsahariana, adoptar como programas de desarrollo: la reducción drástica de los gastos sociales, las leyes del mercado y las necesidades económicas en contra del dirigismo y proteccionismo estatales. Es decir, la desregulación profesada por el ”Consenso de Washington”, las privatizaciones, los PAE, un mínimo de Estado sustituido por las instituciones financieras internacionales y de capitales occidentales, convertidos en pilares del “gobierno invisible” o del imperialismo occidental. El Estado debilitado en lo interno por razones históricas y en particular por su falta de legitimidad sociológica, lo será también a escala internacional al quitarle las 79 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf instituciones financieras internacionales cualquier función desarrollista, para confinarlo en las meras tareas de represión interna con el fin de imponer a las masas los austeros programas de ajuste cuyo fracaso, según dichas instituciones, se explica por causas internas, en particular la ausencia de "racionalidad económica" en los comportamientos de los pueblos africanos. Por consiguiente, el Estado africano, política y económicamente descompuesto, consagra el grueso de sus ingresos al reembolso de la deuda externa, cuando pueda, en detrimento del desarrollo interno. De ahí la crisis de confianza interna y externa en la que se halla dicho Estado, por una parte por haber abandonado a las masas a su propia suerte entregándolas a la explotación del sistema internacional, y por otra, por su falta de eficacia para realizar los programas de recuperación económica impuestos desde el exterior. Este modelo ha añadido la austeridad a las existentes pobreza y miseria, consiguiendo sólo el incremento de las tasas del PIB de ciertos países en competencia para ocupar el puesto de "mejor alumno del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional", con graves deterioros sociales y el infarto ecológico local. Los conflictos de Somalia, Liberia, Sierra Leona, Burundi, Ruanda y el este de la RDC además de aspectos internos, se explican precisamente por la destrucción del Estado desarrollista de bienestar reemplazado por el Estado de malestar subdesarrollista. Son guerras que nacen de la lucha por la supervivencia y de lógicas neoliberales de conseguir un máximo de beneficios con un menor esfuerzo. En la opinión acertada de Achille Mbembe (1996:34), la represión autoritaria de los pobres se ha convertido en la única política adoptada por muchos Gobiernos africanos y los señores de la guerra que los rivalizan en crueldad, con una clara amenaza de la estabilidad política de los regímenes establecidos como consecuencia de la pauperización de las masas. En los países donde se han celebrado elecciones más o menos “limpias” y “transparentes”, éstas sancionaron a mediados de los 90 a los dirigentes neoliberales a favor de los antiguos dirigentes afromarxistas unipartidistas arrepentidos (Benín, Madagascar, Congo), cuya política desarrollista, de la época de la Guerra Fría, a pesar de sus desastres se aprecia cada vez más como un sueño perdido o un mal menor. El Estado africano se encuentra, así, en el centro de una tremenda incertidumbre entre un pasado despilfarrado y un futuro hipotecado. Opinamos, que es verdad que muchos Estados del Tercer Mundo, y africanos en particular, concentraron la casi totalidad de los ingresos nacionales o los procedentes de la ayuda pública al desarrollo y de la deuda externa en manos de unos dirigentes, convertidos en un club de cleptócratas y megalómanos, con una clara tendencia a los gastos improductivos, a la corrupción y a la privatización de los recursos públicos, es decir las prácticas neopatrimoniales (deuda odiosa). De igual modo, nos parece inocente considerar que la acumulación privada es fundamental para el desarrollo de un país, por dos razones. La primera es que algunos sectores vitales de la vida de un país, tales como la sanidad, la educación o la formación, es decir los aspectos de desarrollo humano, no interesan al sector privado, por lo que el Estado ha de encargarse de ellos. La segunda es que los detentores del capital privado tienen una lógica cada vez más nómada, no sólo para protegerlo del control de un solo Estado o del territorio de origen, sino que además prefieren invertirlo en el espacio de la economía mundial, para el enriquecimiento rápido, facilitado en la actualidad por la mundialización que permite, de este modo, a ciertas familias y ciertos grupos concentrar en pocas manos grandes fortunas, con la consiguiente profundización de las desigualdades (Giraud, 1996: 206-207). El papel del Estado es fundamental en el proceso de desarrollo, pues la crisis de 80 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf desarrollo siempre nace de la crisis del Estado. Como lo demuestra el caso de los dragones del sureste asiático (Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong), el Estado favoreció inicialmente unas dinámicas de industrialización extrovertidas de exportación de bienes manufacturados y después de tecnología, además de beneficiarse estos países de la apertura de los mercados de los países industrializados para sus exportaciones. O según Brunel (2004: 218), el derecho de los países africanos a proteger sus industrias y su agricultura nacientes entra en la lógica y la naturaleza de las cosas, pues los hoy países desarrollados siempre han adoptado dicha política desde la revolución industrial, política que explica su arranque económico. Se necesita pues un Estado fuerte para crear las bases sólidas del desarrollo. Esta realidad fue negada durante mucho tiempo para el Banco Mundial y el FMI, para reconocerla en la actualidad, con consecuencias sociales y humanas irreversibles. La integración económica y jurídica de los Estados africanos en la mundialización les conduce a someterse a las reglas definidas desde el exterior y les desvincula de las nacionalidades, con la consiguiente crisis de muchos Estados africanos, enfrentados al grave problema de conciliar el deber externo de integración en la mundialización y el deber interno, consistente en asegurar la representación de la nación y la realización de sus aspiraciones. El no cumplimiento de los deberes internos explica la pérdida de legitimidad de los Estados, que se acompaña del auge de la legitimidad de los grupos sociales tradicionales y nacionalistas, que encarnan la legítima autodefensa de la colectividad contra la mundialización agresiva, frustrante e importada. El auge de las reivindicaciones étnicas, religiosas y nacionalistas se explica no por un proyecto de oposición política, sino por el debilitamiento y la falta de legitimidad de los Estados, resultados de su alianza con la mundialización neoliberal. De ahí la proliferación de los conflictos y de la inestabilidad (Delmas, 1995: 149ss). Según la Comisión de las Naciones Unidas para África, no existe una diferencia significativa entre los países ajustados y los que no han adoptado los PAE neoliberales en los aspectos de desarrollo o mejora del bienestar social. Muchas ONG asocian el deterioro de las condiciones socioeconómicas, sobre todo de las capas más vulnerables de la sociedad, con los PAE. Tampoco los PAE han conseguido reducir el Estado, sí su papel regulador y de distribución de prebendas. No han afectado en nada los intereses de los altos funcionarios y de las élites políticas, es decir de las capas sociales altas, que son las únicas beneficiarias del ajuste privatizador, pues ahora tienen la oportunidad de invertir en el sector privado los capitales conseguidos a través de la corrupción y explotación de sus pueblos. Son los únicos que han sacado beneficios de la liberalización con la compra de las empresas privatizadas o deslocalizadas. De ahí su adhesión a la mundialización neoliberal, que sólo encuentra la resistencia de los trabajadores y los pequeños consumidores que son los grandes perdedores (Yusuf Bangura, citado por Mengisteab, 1996: 34-35). En África, la globalización es sinónimo de saqueo y exclusión. Sin establecer la amalgama entre la pobreza y el terrorismo, es preciso recordar que la firme coalición contra el terrorismo no se ha acompañado de la coalición contra la pobreza. Ésta es cada vez más aguda en África, y su exclusión pone de manifiesto la injusticia en la que se fundamentan aquella coalición y la globalización. De ahí la apuesta por el afrocentrismo. 81 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf Los movimientos sociales africanos y sus alternativas a la globalización A partir de 1990, numerosas asociaciones, nacionales y panafricanas, han nacido en torno a aspectos como desarrollo, democracia y derechos humanos. En particular la participación en las elecciones, la definición y el control de los criterios de buena gobernabilidad y de derechos. Estos movimientos insisten cada vez más en la descentralización, el Estado de derecho, la transparencia en la gestión y la lucha contra la corrupción y la criminalidad económica. En muchos casos, además de publicar trabajos y dar a conocer su postura sobre un problema determinado mediante comunicados de prensa, esta sociedad civil ha actuado cuando lo ha considerado necesario a través de huelgas, marchas de protestas y boicots a los Gobiernos. Sin embargo, pocas veces se ocupan de nuevos derechos, tales como la biotecnología, los derechos económicos o de los trabajadores, dejados a los sindicatos. Ante la proliferación de los conflictos armados en el continente, estas asociaciones se han implicado en su prevención, resolución y gestión posbélica. En países como Angola, Mozambique, Liberia, Sierra Leona, Guinea Bissau y los Grandes Lagos æRDC, Ruanda, Burundi, Ugandaæ, los movimientos sociales africanos han tomado varias iniciativas orientadas hacia los objetivos siguientes: la reconciliación nacional, la reinstalación de las personas desplazadas, la búsqueda de la verdad sobre las limpiezas étnicas o el genocidio para exigir el perdón de los verdugos a sus víctimas (e incluso exigiendo el juicio), la protección de los refugiados y las víctimas de las minas antipersonales, y la recuperación de las armas ligeras. Una consecuencia de ello es la aparición de movimientos feministas, organizaciones femeninas o las ONG de defensa de los derechos de la mujer, con un nivel de conciencia mayor de su situación que las demás mujeres africanas, y cuyo objetivo es convertir a las mujeres en protagonistas y no en víctimas de la historia. Aunque dicho sea de paso, muchas de las organizaciones femeninas han caído en la “oenegización de las mujeres”, despolitizándolas y confinándolas en la lucha contra las situaciones coyunturales en lugar de organizarlas en verdaderos movimientos sociales con proyección política. El caso particular del Foro Social Africano o las alternativas de la intelligentsia a la globalización Con la actual globalización, los pueblos africanos son víctimas de una doble dominación: el colonialismo interno de sus dirigentes y la explotación externa. Los dirigentes se han aliado con el sistema internacional y con las élites transnacionales, siendo el objetivo mantener sus privilegios políticos y económicos y beneficiarse de las ventajas de la mundialización (sobre todo las “compensaciones” que reciben de las potencias centrales por mantener sometidos a sus pueblos), en detrimento del conjunto de la población. Es a partir de esta realidad que surge el Foro Social Africano (FSA), sección local del Foro Social Mundial, que alimenta su ideología e inspira sus actuaciones. Tiene su sede en Dakar. Integrado por los movimientos sociales africanos, los sindicatos, las organizaciones femeninas, de la juventud, de organizaciones confesionales, universitarios, miembros de ONG y otras organizaciones de la sociedad civil, el FSA está animado por 82 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf personajes comprometidos con las causas de los pueblos africanos, como la señora Aminata Traoré o el señor Mamadou Cissokho, presidente de la Red de las Organizaciones Campesinas y de Productores Agrícolas del África Occidental (ROPPA). Se beneficia del apoyo de grupos africanistas del Norte (como Agir ici o Survie) asociaciones africanas de la diáspora u ONG como Attac, Global Witness, Les Amis de la Terre, Greenpeace o los Verdes, celebrando cumbres alternativas a las de los jefes de Estado de Francia y África como las de Yaundé, París y Uagadugú; o contra los líderes mundiales del G-8 con el Foro de Nairobi (2006), para llamar la atención sobre las alianzas letales de los dirigentes africanos con sus colegas europeos y franceses en particular, el carácter neoliberal del NEPAD y las consecuencias de las actividades de las multinacionales y de la globalización neoliberal en África. Su primer objetivo reza en pro de la introducción y el fortalecimiento en el continente de un proyecto alternativo a la globalización neoliberal, sobre todo contra las formas de dominación y de opresión que este modelo encarna y que se expresan de una manera exponencial en África. Es decir, la negación de la mercantilización de la vida. Por lo tanto, se suma a los demás foros regionales para acabar con las prácticas internacionales perversas y las injusticias internacionales institucionalizadas. Junto a él fomentar un modelo de desarrollo autopensado y autodefinido por mano de la sociedad civil (¿se hace hoy imprescindible su construcción para albergar después alternativas de clase de mayor alcance?), encargada del fortalecimiento de las capacidades endógenas para luchar contra la pobreza y la burocratización y exigir la transparencia y la honestidad a los gobernantes. En definitiva, la meta que proclama el Foro Social Africano es concebir un nuevo tipo de Estado vinculado positivamente con los ciudadanos, mediante la democracia participativa o ciudadana, una democracia de inclusión y no de exclusión, y la renuncia por el Estado a sus deberes económicos externos a favor de los internos. En particular, la recuperación y promoción de la economía social y solidaria. La apuesta por el afrocentrismo u “otra África posible” La mundialización-globalización, concebida en el descuido de las especificidades africanas y de la cultura africana del desarrollo, ha tenido efectos perversos diametralmente opuestos a los previstos, en lo económico (profundización de los sufrimientos humanos y de la miseria), lo político (deslegitimación del Estado), lo social (aumento del analfabetismo, reducción de la duración de vida, feminización de la pobreza, etc.) y las graves consecuencias medioambientales con la destrucción del capital verde africano insustituible, para satisfacer las necesidades de las poblaciones del Norte con un gran poder de compra. La incorporación de África en el sistema económico global, en condiciones subordinadas, desde la esclavitud pasando por el liberalismo colonial salvaje hasta la actualidad, ha tenido en términos de costes y beneficios un balance globalmente negativo (Tandom, 2000: 72). Abundando en el mismo sentido, d´Almeida-Topor (2006: 102-103) denuncia los efectos perversos de los acuerdos multilaterales firmados en las 4 ó 5 últimas décadas con los países africanos, desde los convenios de Yaundé (19631969) pasando por los de Lomé (1975-1989) hasta los de Cotonú (2000), destinados todos a mantener África en su papel de granero de materias primas, y por lo tanto a perpetuarla en el subdesarrollo. De ahí la apuesta por el afrocentrismo o la endogénesis. 83 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf Existe una clara relación entre la globalización capitalista y la agudización de la pobreza en el continente: 20 países africanos tienen una renta per cápita más baja que hace 20 años; 34 de los 49 países menos avanzados del mundo son africanos; de un continente autosuficiente hace 20 años, África se ha convertido en un continente caracterizado por el déficit alimentario (con la globalización, más de cien países en el mundo han retrocedido, en cuanto a su ingreso per cápita se refiere, en relación con sus niveles de hace dos o tres décadas), o dicho con otras palabras, 44 países en el mundo viven peor que hace unas décadas. Todo ello aboga por el afrocentrismo que consiste, en el aspecto económico, en dar prioridad a los mercados africanos y a las necesidades de la mayoría de la población, produciendo lo que se consume y no producir lo que no se consuma, junto a un proceso de integración regional endógeno y no extrovertido; en lo político, se ha de proceder a un proceso de democratización original, mediante el reconocimiento de la diversidad y del pluralismo étnico dando la oportunidad y el derecho de existir a los partidos llamados étnicos como marco de interiorización de la cultura política democrática y de expresión de sus aspiraciones. Es decir, una democracia de participación y de cercanía, y no de exclusión. La concepción de otro modelo de Estado, un Estado híbrido y plural encarnación de dichas aspiraciones, y de otro modelo de desarrollo a escala humana y con rostro social, basado en el dinamismo social de la economía popular y de la cooperación Sur- Sur, constituye la clave de la recuperación de África. Dicho de otra manera, con la mundialización que somete el desarrollo interno a las lógicas del mercado único o a la homogeneización de los gustos, África seguirá hundiéndose en la marginalización internacional. Con el afrocentrismo consistente en el sometimiento de las relaciones externas a la racionalidad interna y a las exigencias del desarrollo interno (desconexión de la mundialización capitalista), África tendrá una oportunidad de salir de su exclusión internacional y tendrá un cierto control sobre su propio destino, actualmente en manos de los demás. Los nuevos protagonistas de la sociedad, los nuevos sujetos que se levantan de nuevo en África, puede que no tengan por ahora un proyecto alternativo definido, pero comienzan a coincidir en el afrocentrismo, es decir, una ideología fundamentalmente humanista, basada en un modelo de desarrollo humanamente centrado y con un rostro social, un modelo desarrollo que ponga el desarrollo económico al servicio del desarrollo social contra el economicismo y el monetarismo del neoliberalismo mundializado. El siguiente paso será ver en qué medida consolida de forma común un proyecto social, económico y político altercapitalista, sin reproducir los errores del pasado. Conclusión La involución de África nace de la crisis de las élites poscoloniales formadas para otras realidades que las suyas y que han sido incapaces, por etnocidio o por desinterés, de concebir modelos de desarrollo y de Estado alternativos al modelo occidental heredado de la colonización e impuesto en la actualidad por la globalización hacia la que destacan por el derrotismo y el entreguismo. Ello explica el retroceso en relación con el periodo de las independencias. Ahora bien, se impone una serie de reestructuraciones consistentes en una segunda descolonización (la de las leyes de la economía capitalista), una genuina 84 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf democratización, la institución del regionalismo y los cambios estructurales a nivel internacional. Es preciso una nueva descolonización con respecto al imperialismo cultural o intelectual occidental a favor del afrocentrismo, abandonando las referencias elitistas a la anglofonía, francofonía o lusofonía, en favor de las lenguas populares, bases de la democratización de la enseñanza, cuyo carácter colonial actual es responsable de la desvinculación de las élites con sus realidades y pueblos. No se trata de la “revancha del pasado”, sino de la afirmación de nuestros valores conciliados con los de la modernidad. De igual modo, se impone una verdadera democratización política y económica que supone el abandono del poder por las ineficientes y depredadoras burguesías africanas actuales, y su devolución a los pueblos que tendrán que definir el tipo de desarrollo y de Estado que mejor les convenga, es decir la desestructuración del Estado burgués actual, colonial y neocolonial y su reemplazo por un “Estado Nacional Popular”, un Estado híbrido y plural, encarnación de las aspiraciones populares y conciliador de la historia sociocultural del continente y de la cultura africana del desarrollo (Kabunda, 1995: 283-301) con la modernidad seleccionada para fortalecer las capacidades de endogénesis. La regionalización, dictada por la imposibilidad del desarrollo en solitario y los desafíos mundiales de toda índole, consiste en crear grandes espacios de soberanía política y económica, superando las fronteras arbitrarias y superficiales, fuentes de conflictos intra e interestatales, para hacer coincidir el África de los pueblos con el África de los Estados, las fronteras políticas con las culturales populares, siendo el objetivo sacar provecho de las existentes y desaprovechadas interdependencias , así como de las complementariedades entre los países africanos, teniendo como meta la creación de un poderío africano en la escena internacional. Estos esfuerzos internos han de acompañarse de la moralización de las prácticas políticas y económicas internacionales y su reformulación en el sentido de la justicia y equidad, mediante la cancelación de la deuda externa, el precio justo de las materias primas, la apertura de los mercados del Norte a los productos manufacturados o semi- manufacturados africanos, la regulación de las actividades de las transnacionales y la no conversión del continente en un mercado de armas procedentes del Norte, el abandono de las dictaduras y regímenes impopulares para tratar directamente con los pueblos africanos o sus representantes democráticamente elegidos. En definitiva, el colapso de África nace fundamentalmente, como queda subrayado, de la crisis de las élites, integradas por unos intelectuales orgánicos, educados en la admiración de lo europeo y el desprecio de lo africano, es decir en la reproducción del pensamiento ajeno sin capacidad de invención. Ello les ha quitado cualquier posibilidad de pensamiento autónomo que explica justamente que tras el bibloquismo o bipolarismo de la época de la Guerra Fría, se han quedado huérfanas en la invención de alternativas, con la consiguiente autoentrega a la ideología neoliberal, en parte por no disponer de sistemas fiables de información y de capacidad de análisis macroeconómico en la opinión de Hugon (2007: 93). Han fracasado por no encontrar una eficiente popular vía africana de desarrollo y de democracia. Ha terminado dicha Guerra por la que Occidente les confió las funciones internas represivas y opresivas. Por lo tanto, es hora ya de retirarlas para permitir a los pueblos encargarse de sí mismos, con las actividades actuales de dinamismo social interno que, de lo contrario, corren el riesgo de convertirse en una mera adaptación, basada en privaciones, a la crisis económica. Es decir, hay que forzar al Norte ha adoptar actitudes positivas de 85 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf corresponsabilidad y codesarrollo mediante el abandono de la definición negativa de África, a favor del afrorrealismo y afrooptimismo. La solución pasa por liberarse de las fuerzas del capitalismo internacional (fundamentalismo económico), por naturaleza depredadoras de los recursos de la naturaleza y destructoras de la solidaridad humana, es decir la “desconexión” de la globalización tal y como existe en la actualidad, fundamentalmente de su naturaleza capitalista depredadora, a favor de la mundialización “civilizada” y “humanizada” (“positiva”), del modelo social(ista) -el que da prioridad a lo social, la solidaridad humana y las necesidades y aspiraciones de la mayoría- y del afrocentrismo o del afrotransformismo, al servicio de las necesidades básicas y reales de los pueblos africanos. Es decir, la reorientación interna de la producción africana. El gran reto consiste en formar y levantar los sujetos históricos capaces de afrontar ese desafío en África, sin que las organizaciones africanas tengan que ir a remolque de propuestas impulsadas desde fuera del continente (incluso cuando provienen del 'mundo alternativo'). Mientras tanto, lo que sí ha llegado a su fin no es la Historia, como se ha pretendido, sino el capitalismo, fin iniciado por la crisis argentina, que se puede considerar como la réplica de la caída del muro de Berlín, y los cambios políticos de la última década en Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina que han puesto de manifiesto, al menos, los límites y el rechazo del modelo “neoliberal” del tardocapitalismo, que no ha hecho sino profundizar las desigualdades. Pues un Sistema que excluye a la mayoría de la población del mundo de los beneficios del desarrollo económico o de la globalización no tiene futuro. Bibliografía AKE, CLAUDE: “The New Order: The View World Order. The View from Africa”, en Whose World Order: Uneven Globalization and the End of the Cold War (eds: Hans-Henrik Holm y Georg Sorensen), London, Westview Press, 1995. BRUNEL, SYLVIE : L´Afrique. Un continent en réserve du développement, Bréal, Rosny-sous-Bois, 2004. D´ALMEIDA-TOPOR, HELENE: L´Afrique, París, Le Cavalier Bleu, 2006. DELMAS, PHILIPPE: Le bel avenir de la guerre, París, Gallimard, 1997. GIRAUD, PIERRE-NOEL: L´inégalité du monde. Economie du monde contemporain, París, Gallimard, 1996. HAFEZ, ZIAD: “Vers un renouveau de l´ordre mondial?”, en Confluences Méditerranée, París, L´Harmattan, verano de 2002, nº 42. HELD, DAVID; MCGREW, ANTHONY: Globalization / Anti-Globalization, Cambridge, POLITY, 2002. HORMAN, DENIS: “Le néo-libéralisme: idéologie et réalité. Éléments pour une critique de la pensée unique”, en Mondialisation de l´économie et coopération Nord-Sud: quelles alternatives au modèle néo-libéral? (Actas del coloquio organizado el 27 de febrero de 1997 por Solidarité Socialiste en colaboración con la ULB y la AGCD), Bruselas, 1997. HUGON, PHILIPPE: Géopolitique de l´Afrique, París, Armand Colin, 2007. KABUNDA BADI, MBUYI: "La tradición democrática africana: la unidad en la uniformidad", en Misioneras extranjeras, Madrid, 1995, mayo-junio, nº 147. LE GOFF, JACQUES: “Heurs et malheurs des mondialisations”, Le Monde, 11 de noviembre de 2001. 86 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf MBEMBE, ACHILLE: "Des rapports entre la rareté matérielle et de la démocratie en Afrique subsaharienne", en Sociétés africaines nº 1, París, L´Harmattan, 1996, marzo. MENGISTEAB, KIDANE: Globalization and Autocentricity in africa´s development in the 21st Century, Asmara, Africa World Press, 1996. MINC, ALAIN: Epîtres à nos nouveaux maîtres, París, Grasset, 2002. TRAUB, JAMES: The Best Intentions. Kofi Annan and the UN in the Era of American Power, Londres, Blooms Bury, 2006. 87 http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf