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<h5>ENTREVISTA CON EL ECONOMISTA FRANCES DOMINIQUE PLIHON, DE ATTACT</h5>
<h1>“Los pobres tuvieron que endeudarse”</h1>
<h4>Dice que detrás de la crisis están la dominación de las finanzas y
la especulación por encima de los Estados, la pérdida del poder político
frente al financiero,
la degradación consiguiente de la democracia, los déficit y la pobreza.</h4>
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                <div><img alt="/fotos/20100528/notas/na22fo01.jpg"><div>“La crisis de
la deuda obliga a los gobiernos a llevar a cabo políticas duras en
Europa.”</div></div>
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<div><b>Por Eduardo Febbro</b></div><p><span>Desde París</span></p>
<p>Dominique Plihon vio el desastre antes de tiempo. Este economista
francés, presidente del comité científico de Attact y especialista de
los sistemas financieros, sintetizó en un libro de anticipación
económica la catástrofe que capturó a la economía mundial y que derivó
en las dos crisis del siglo XXI: la de 2008 y la de 2009/2010, con su
epicentro en Europa. Su libro El nuevo capitalismo ofreció hace casi
diez años un retrato sintético de las transformaciones que estaban en
curso en el seno del capitalismo, al tiempo que esbozó el rumbo que esas
transformaciones le harían tomar: la dominación de las finanzas y la
especulación por encima de los Estados, la pérdida del poder político
frente al financiero, la degradación consiguiente de la democracia, el
aumento de los déficit, la deuda y la pobreza. Reeditado el año pasado y
reactualizado con nuevos análisis, el libro de Dominique Plihon sigue
siendo una biblia pertinente y detallada sobre los estragos de un
sistema financiero donde impera la impunidad y el apetito de dominación.
Las finanzas terminaron fagocitando todos los campos: el conocimiento,
el político, el social.</p>
<p>Las mutaciones tecnológicas –las nuevas tecnologías– y la
globalización financiera son los dos signos concretos de las nuevas
formas de dominación del capitalismo. Sin embargo, la crisis profunda
que lo afecta vino a romper el consenso con el que esa forma del
capitalismo había crecido hasta ahora. Este especialista en economía
financiera, profesor en la Universidad de París XII y autor de varios
libros sobre los mecanismos y los operadores del capitalismo, analiza en
este entrevista con Página/12 la fractura del sistema y la necesidad de
regularlo. Dominique Plihon, que estuvo en la Argentina durante la
crisis de 2001, ve en la respuesta que la sociedad argentina dio a esa
crisis formas originales que pueden servir para la crisis global de hoy.</p>
<p><strong>–¿Cómo poner término a esta hecatombe del sistema
financiero, que es a su vez un síntoma de su locura?</strong></p>
<p>–Estamos en presencia de una crisis global del capitalismo. El
principal detonante de esta crisis radica en el hecho de que el régimen
de crecimiento que se instauró con la globalización está en crisis. Hoy
estamos en la parte financiera de la crisis, estamos viviendo una crisis
de la deuda, una crisis de la deuda privada de las empresas y de la
gente, y una crisis de la deuda pública, de los Estados. En Estados
Unidos, o en países de Europa como España, Italia, Francia, Grecia o
Gran Bretaña, esta crisis se explica por el estancamiento del poder
adquisitivo dentro del nuevo reparto de las riquezas. La gente más pobre
tuvo que endeudarse masivamente para seguir viviendo. Y, a través de
una serie de mecanismos complejos, la crisis financiera se extendió por
la ausencia de control. Las autoridades no hicieron lo suficiente para
regular las finanzas y ello derivó en una crisis profunda de las
finanzas, de los bancos y de los actores financieros. El aumento brutal
de la deuda pública se explica en gran parte por el hecho de que los
gobiernos tuvieron que sustituirse a los actores privados para asumir
sus deudas. La crisis de la deuda obliga a los gobiernos a llevar a cabo
políticas duras, en particular en Europa, donde tenemos una crisis muy
peligrosa y muy profunda. El gran error que están cometiendo hoy los
gobiernos europeos consiste en llevar a cabo de manera conjunta y sin
coordinación políticas presupuestarias y fiscales muy restrictivas. Esto
conducirá a Europa a la deflación y, por consiguiente, a la agravación
de los desequilibrios. Habrá que contar por lo menos con 10 años de
crisis. La crisis es tanto más profunda cuanto que el capitalismo es
víctima de sus contradicciones internas. El capitalismo no puede seguir
funcionando así, se ha vuelto insostenible. Es preciso encontrar nuevas
formas de regulación que necesitarán tiempo.</p>
<p><strong>–Usted describe un capitalismo agotado. No obstante, hay hoy
una característica inaudita: el capitalismo inauguró la era del crimen
sin castigo. Los grandes responsables de la crisis están libres, con
ganancias alucinantes. En suma, los operadores de la ruptura gozan de
más privilegios que antes.</strong></p>
<p>–Efectivamente. Por eso también estamos atravesando una crisis de la
política, una crisis de la democracia. Hoy quienes deciden y toman las
decisiones son los grandes actores financieros, los lobbies financieros.
Los grandes bancos, los grandes actores, detentan un poder tal, tienen
una potencia financiera y política de tales dimensiones que impiden que
los gobiernos lleven a cabo auténticas reformas. Los gobiernos están
capturados por los lobbies financieros. Esto es válido en los Estados
Unidos, en Europa, en la Argentina o en Japón.</p>
<p><strong>–Paralelamente a esta realidad, la gestión de la crisis por
parte del poder político es totalmente oral, es decir, televisiva.
Grandes declaraciones, megacumbres como las del G-20, pero, en realidad,
ninguna medida se llega a plasmar contra esos lobbies financieros.
¿Cómo regular entonces en un sistema semejante?</strong></p>
<p>–Hay que desarmar los mercados, es decir, recuperar el poder que
está en manos de las finanzas para dar vuelta la corriente. La economía y
la sociedad están hoy al servicio de las finanzas y del capitalismo
financiero. Es preciso que ocurra todo lo contrario: las finanzas deben
estar al servicio de los ciudadanos y de la sociedad. Debemos establecer
nuevas formas de control del sistema financiero. Controlar quiere decir
varias cosas: en primer lugar, tomar el control de la gestión de los
bancos, de las decisiones. Para ello es preciso socializar el sistema
bancario y prohibir que determinados actores realicen determinadas
operaciones. Por ejemplo, habría que prohibir los hedge funds, suprimir
los paraísos fiscales e implementar nuevos instrumentos, como la idea de
aplicar tasas globales sobre las transacciones financieras. Ello
permitiría luchar contra la especulación y, al mismo tiempo, recabar
recursos para llevar a la práctica nuevas políticas.</p>
<p><strong>–¿Cómo realizar un proyecto semejante cuando sabemos que,
por ejemplo, la primera plaza financiera mundial offshore no son las
Islas Caimán sino Londres, o sea, el corazón del sistema financiero
internacional? En Londres se gestiona el 70 por ciento de los fondos
especulativos europeos.</strong></p>
<p>–Es un verdadero problema. Como los gobiernos están capturados por
los medios financieros, es preciso pactar una alianza. Hace falta
instaurar una nueva relación de fuerzas mediante una alianza entre los
movimientos sociales, la sociedad civil, las organizaciones sindicales,
las organizaciones de defensa de los consumidores y ciertas fuerzas
políticas de izquierda que están dispuestas a luchar y cortar ese
sistema. No habrá cambios si no se instaura una mínima relación de
fuerzas políticas. Y esto debe hacerse a nivel internacional. Hay que
coordinar los movimientos sociales de los distintos continentes. Ese es
el único medio para obligar a los gobiernos y a los medios financieros a
que cambien. De lo contrario todo seguirá igual.</p>
<p><strong>–Usted se opone a la idea de-sarrollada por Toni Negri según
la cual la economía inmaterial, es decir, Internet y todos sus
derivados, puede convertirse en un aliado de ese contrapoder social
internacional que usted describe.</strong></p>
<p>–Tengo una postura crítica ante la tesis de Toni Negri. El cree que
gracias a las nuevas tecnologías vamos a crear un nuevo mundo y salir
del capitalismo. No creo en ello. Yo digo en mi libro que las nuevas
tecnologías permiten nuevas formas de organización, empezando por la
comunicación a través de la red, de todos los actores de la
mundialización. Puede entonces ser utilizada como un medio de hacer
circular la información y de organizarse para ganar nuevos espacios
democráticos de debate, y coordinar las acciones contra esos adversarios
que son los actores financieros, los políticos y los gobiernos aliados
con esos actores. Ahí hay una posibilidad, pero no es suficiente.</p>
<p><strong>–Con todo, ¿acaso podemos esperar que esa crisis abra nuevos
métodos de acción?</strong></p>
<p>–Sí. La crisis puede ser una oportunidad, una ocasión de dar vuelta
la relación de fuerzas. La opinión pública, los gobiernos, son muy
críticos ante el mundo de las finanzas. La gente está dispuesta a apoyar
medidas radicales y es preciso articular una nueva forma de
organización a fin de hacer el lazo entre las opiniones públicas. Ese es
el trabajo que tenemos por delante, pero es una tarea difícil porque
debe llevarse a cabo a nivel internacional, en el marco de la
globalización. Esa es el único camino para salir de esto.</p>
<p><strong>–Usted estuvo en la Argentina en el momento de la crisis de
2001. Sé que encontró, en la manera en que la sociedad argentina
enfrentó esa crisis, respuestas adecuadas para la hecatombe actual.
¿Cuáles son?</strong></p>
<p>–Entre las muchas cosas que vi en la Argentina en esa época hay dos
que me parecen interesantes. La primera es el control de las empresas
por parte de los asalariados: el hecho de que los empleados e incluso
los habitantes de los barrios fueron capaces de asumirse para intentar
reorganizar la producción y el funcionamiento de los barrios. Esos
embriones de autogestión y de control popular son importantes y están
llamados a desarrollarse en períodos de crisis. Lo segundo que encontré
interesante atañe a la moneda. Me resultaron muy importantes las nuevas
formas de organización monetaria, las monedas paralelas, que se pusieron
en circulación para reemplazar la moneda nacional, que atravesaba por
un momento de gran dificultad, con un sistema bancario que se había
hundido. La experiencia argentina fue interesante por lo que ocurrió con
la moneda y con las monedas como forma de organización social
alternativa. Esa experiencia puede contribuir a reactivar lo que en
Francia se llama la relocalización. Para luchar contra la globalización
hay que relocalizar la actividad, hay que recrear la democracia a nivel
local y regenerar la vida.</p>
</div>