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<u>G20: un escenario incoherente que es necesario reescribir
completamente<br>
<br>
</u>Damien Millet - Eric Toussaint<br>
<br>
<font color="#ff0000">La cumbre del G20, que tuvo lugar Washington y
congregó a los grandes países industrializados y emergentes, es un
fiasco.</font> La crisis financiera internacional es profunda, las
Bolsas perdieron cerca de un 40% de su capitalización en octubre de
2008, los mercados financieros dependen de las decisiones tomadas por
los Estados para aportar remedios que aclararían su futuro, hoy bien
tenebroso. Los focos de actualidad internacional apuntaron durante un
fin de semana sobre Washington. Y sin embargo...<br>
<br>
Sin embargo, ¿qué pasó en Washington? Se representó un triste
espectáculo, un escenario francamente carente de credibilidad, que
conmovió a muy pocos espectadores. En las películas policiales,
aparecería como bastante extraño que las llaves del Tribunal de
Justicia se confíen a los culpables de un crimen abominable. Es, sin
embargo, lo que el G20 está organizando<br>
<br>
Desde la crisis de la deuda de 1982, los grandes países
industrializados promovieron con vigor medidas económicas neoliberales
que el FMI y el Banco Mundial se encargaron de imponer a los países en
desarrollo. El Sur, apresado por un sobreendeudamiento causado por la
caída de los precios de las materias primas durante las décadas 1980-90
y por un alza brutal de los tipos de interés decididos por Estados
Unidos en 1979, se vio obligado a reformar su economía para poder
cumplir con sus acreedores, a elección: desregulación loca,
privatizaciones masivas, apertura de los mercados en favor de las
grandes empresas de los países industrializados, reducción de los
presupuestos sociales y de la función pública?Todos los males provenían
- según el pensamiento impuesto -, de un exceso de Estado, y era
necesario reducir su influencia sobre la esfera económica a toda costa,
incluso - y sobre todo - si pretendía defender el interés del mayor
número de personas.<br>
<br>
Para las poblaciones del tercer mundo, el remedio impuesto por el FMI,
el Banco Mundial y luego la OMC, a petición de los dirigentes de los
países del Norte, fue peor que la enfermedad. Los levantamientos
anti-FMI se multiplicaron, por ejemplo cuando el precio del pan se
duplicaba en una noche. Con la notable excepción de algunos Gobiernos
de izquierda, a menudo muy desestabilizados tras bastidores para que
vuelvan al redil, la mayoría de los Gobiernos del Sur aplicó estas
medidas sin pestañar. Presentada como indispensable para la creación de
riqueza, la desregulación económica se extendió al planeta entero. Las
instituciones financieras privadas entonces tuvieron las manos libres
para inventar productos financieros cada vez más complejos con el fin
de acumular cada vez mayores beneficios, libres para cerrar los ojos
sobre las consecuencias económicas reales. Se crearon algunos ingenios
financieros que confundían sin permitir el menor control de las
autoridades, y por supuesto sin ninguna moral. Mientras eso fue
posible, se disimuló la cara indeterminada de esta desregulación detrás
de despreciables bonitas cifras de crecimiento, sin revelar que este
crecimiento se refería solamente a los más ricos y que se asistía en
realidad a un crecimiento extraordinario de desigualdades.<br>
<br>
Más tarde llegó el momento en que ya no fue posible afirmar que la
novia era bonita cuando su vestido estaba manchado de sangre. La crisis
financiera internacional se desencadenó en agosto de 2007 y se agravó
durante el año 2008. Grandes bancos (Northern Rock, RBS, Bear Stearns,
ING, Fortis, Dexia, UBS y tanto de otros), grandes compañías de seguro
(AIG), grandes organismos de crédito hipotecario (Freddy Mac, Fannie
Mae) pidieron ayuda al Estado que menudo aceptó reflotarlos u organizar
su rescate. Pero el Estado, en vez de aprovechar la ocasión para
retomar el control de esta mecánica infernal que se volvió loca, dejó
el poder de decisión en manos de los que pidieron ayuda, o sea en manos
de los mismos que condujeron la economía mundial al callejón sin salida
actual.<br>
<br>
<font color="#ff0000">Esta cumbre del G20 es reveladora de que no se
aprendió ninguna lección.</font><br>
<br>
Los viejos demonios del pasado están siempre allí. El FMI y el Banco
Mundial, aunque deslegitimados por el fracaso de las medidas impuestas
desde hace 25 años y por la crisis de gobernabilidad que los afecta
desde hace unos años (dimisión forzada de Paul Wolfowitz de la
Presidencia del Banco Mundial, dimisiones de Horst Köhler y Rodrigo
Rato del FMI antes del final de su mandato, reciente investigación en
torno a Dominique Strauss-Kahn en el FMI), están todavía en el centro
de las soluciones propuestas. La reanudación de las negociaciones en la
OMC para aumentar la desregulación económica, que acaba de demostrar su
fracaso, se vuelve a poner sobre el tapete. Mientras que hasta hace
poco los préstamos del FMI ya no encontraban interesados, ahora
aparecieron Hungría, Ucrania y Pakistán como interesados.
Contrariamente a las denegaciones de las instituciones en cuestión, las
mismas condicionalidades inadmisibles están todavía en vigencia: como
contrapartida del último préstamo, Hungría debió decidir entre otras
cosas la supresión del decimotercero sueldo (aguinaldo) y la
congelación de los salarios para los funcionarios. El Japón incluso
propuesto proporcionar hasta 100 mil millones de dólares al FMI para
que pueda aumentar sus préstamos y proseguir su desastrosa acción. Por
otra parte, la reunión de Washington para encontrar una solución
mundial a la crisis actual no se celebra en el marco de las Naciones
Unidas, sino en el marco limitado del G20. Son pues los promotores de
un modelo injusto y no viable a largo plazo los encargados de resolver
el problema. Las únicas soluciones propuestas defienden el interés de
los grandes acreedores. Las poblaciones y los países pobres, como es
habitual, no tienen participación.<br>
<br>
Cuando un escenario se presenta tan incoherente y tan mal armado,
siempre se espera una reacción que aporte un poco de justicia y moral
al conjunto. Esta reacción no puede provenir sino de las luchas
sociales que impondrán en todo el mundo una reorientación radical de
las elecciones económicas. Y si la película termina tan mal como
comenzó,el riesgo es grande que los espectadores estén de verdad muy
descontentos y lo hagan saber a los veinte promotores de la Cumbre de
manera más bien vehemente?<br>
<br>
Traducido por Guillermo Parodi.<br>
<br>
Damien Millet es portavoz del CADTM Francia (Comité por la Anulación de
la Deuda del Tercer Mundo, <a class="moz-txt-link-abbreviated" href="http://www.cadtm.org">www.cadtm.org</a>), autor de África sin deuda,
Icaria, Barcelona, 2008. Eric Toussaint es presidente del CADTM
Bélgica, autor de Banco del Sur y nueva crisis internacional, El Viejo
Topo, Barcelona, 2008; Abya-Yala, Quito, 2008; Observatorio
DESC-Bolivia, La Paz, 2008. También es autor de Banco mundial: el golpe
de estado permanente, El Viejo Topo, Barcelona, 2007; Abya-Yala, Quito,
2007; CIM, Caracas, 2007; Observatorio DESC-Bolivia, La Paz, 2007.<br>
<br>
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