<html><head><style type="text/css"><!-- DIV {margin:0px;} --></style></head><body><div style="font-family:times new roman,new york,times,serif;font-size:12pt"><div><br></div><div style="font-family:times new roman, new york, times, serif;font-size:12pt"><br><div style="font-family:times new roman, new york, times, serif;font-size:12pt"><br>
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<font face="Arial"><b>La rebelión de l@s indignad@s.<br>
Notas desde la Plaza Tahrir de Barcelona</b><br>
<br>
<b>Josep Maria Antentas</b><br>
Profesor de Sociología de la Universitat Autónoma de Barcelona
(UAB)<br>
<b>Esther Vivas</b><br>
Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la
Universitat Pompeu Fabra (UPF) <br>
Ambos son autores de Resistencias Globales. De Seattle a la Crisis
de Wall Street (Editorial Popular, 2009) y participantes en la
acampada de Plaza Catalunya<br>
+ info: <a rel="nofollow" target="_blank" href="http://esthervivas.wordpress.com/">http://esthervivas.wordpress.com/</a><br>
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<br>
Ya no hay dudas. El viento que ha electrizado el mundo árabe en
los últimos meses, el espíritu de las protestas reiteradas en
Grecia, de las luchas estudiantiles en Gran Bretaña e Italia, de
las movilizaciones anti-Sarkozy en Francia...ha llegado al Estado
español.<br>
<br>
No son estos, pues, días de business as usual. Las confortables
rutinas mercantiles de nuestra “democracia de mercado” y sus
rituales electorales y mediáticos se han visto abruptamente
alteradas por la irrupción imprevista en la calle y el espacio
público de la movilización ciudadana. Esta “rebelión de l@s
indignad@s” inquieta a las élites políticas, siempre incómodas
cuando la población se toma en serio la democracia...y decide
empezar a practicarla por su cuenta.<br>
<br>
Hace dos años y medio, cuando la crisis que estalló en septiembre
de 2008 se rebeló de proporciones históricas, los “amos del mundo”
vivieron un breve momento de pánico alarmados por la magnitud de
una crisis que no habían previsto, por su falta de instrumentos
teóricos para comprenderla y por el temor a una fuerte reacción
social. Llegaron entonces las vacías proclamas de “refundación del
capitalismo” y los falsos mea culpas que fueron evaporándose poco
a poco, una vez apuntalado el sistema financiero y ante la
ausencia de un estallido social.<br>
<br>
La reacción social ha tardado en llegar. Desde el estallido de la
crisis, las resistencias sociales han sido débiles. Ha habido un
sesgo muy grande entre el descrédito del actual modelo económico y
su traducción en acción colectiva. Varios factores lo explican, en
particular, el miedo, la resignación frente la situación actual,
el escepticismo respecto a los sindicatos, la ausencia de
referentes políticos y sociales, y la penetración entre los
asalariados de los valores individualistas y consumistas. <br>
<br>
El estallido actual no parte, sin embargo, de cero. Años de
trabajo a pequeña escala de las redes y movimientos alternativos,
de iniciativas y resistencias de impacto más limitado han
mantenido la llama de la contestación en este periodo difícil. El
29S abrió también una primera brecha, aunque la desmovilización
posterior de las direcciones de CCOO y UGT y la impresentable
firma del pacto social cerró la vía de la movilización sindical y,
ahondó aún más si cabe, el descrédito y desprestigio de los
sindicatos mayoritarios entre la juventud combativa y quines ahora
protagonizan las acampadas. <br>
<br>
<b>Indignados e indignadas!</b><br>
<br>
La “indignación”, tan de moda a través del panfleto de Hessel es
una de las ideas-fuerza que definen las protestas en marcha.
Reaparece así, bajo otra forma, el “Ya Basta!” que entonaron los
zapatistas en su alzamiento del 1 de enero de 1994, entonces la
primera revuelta contra el “nuevo orden mundial” proclamado por
George Bush padre tras la primera guerra del Golfo, la
desintegración de la URSS y la caída del muro de Berlín.<br>
<br>
“La indignación es un comienzo. Uno se indigna, se levanta y
después ya ve”, señalaba Daniel Bensaïd. Poco a poco, sin embargo,
se ha ido pasando del malestar a la indignación y de ésta a la
movilización. Estamos ante una verdadera “indignación movilizada”.
Del terremoto de la crisis, empieza a surgir el tsunami de la
movilización social.<br>
<br>
Para luchar no sólo se requiere malestar e indignación, también
hay que creer en la utilidad de la acción colectiva, en que es
posible vencer y en que no todo está perdido antes de empezar.
Durante años los movimientos sociales en el Estado español hemos
conocido esencialmente derrotas. La falta de victorias que
muestren la utilidad de la movilización social y hagan aumentar
las expectativas de lo posible ha pesado como una losa en la lenta
reacción inicial ante la crisis.<br>
<br>
Precisamente ahí entra la gran contribución de las revoluciones en
el mundo árabe a las protestas en curso. Muestran que la acción
colectiva es útil, que “sí se puede”. De ahí que éstas, igual que
la menos mediática victoria contra los banqueros y la clase
política en Islandia, hayan sido un referente desde el comienzo
para las y los manifestantes y activistas. <br>
<br>
Junto con el convencimiento de que “es posible”, de que se pueden
cambiar las cosas, la pérdida del miedo, en un momento de crisis y
dificultades, es otro factor clave. “Sin miedo” es precisamente
uno de los eslóganes que más se han sentido estos días. El miedo
atenaza todavía una gran mayoría de los trabajadores y los
sectores populares y éste da alas a la pasividad o a las
reacciones xenófobas e insolidarias. Pero la movilización del 15M
y las acampadas expanden como una mancha de aceite un poderoso
antídoto para el miedo que amenaza con desmontar los esquemas a
una élite dirigente al frente de un sistema cada vez más
deslegitimado.<br>
El movimiento del 15M y las acampadas tiene un importante
componente generacional. Como cada vez que estalla un nuevo ciclo
de luchas, emerge con fuerza una nueva generación militante, y la
“juventud” como tal adquiere visibilidad y protagonismo. Si bien
este componente generacional y juvenil es fundamental, y se
expresa además en algunos de los movimientos organizados que han
tenido visibilidad estos días como “Juventud Sin Futuro”, hay que
remarcar que la protesta en curso no es un movimiento
generacional. Es un movimiento de crítica al actual modelo
económico y a los intentos que la crisis la paguen los
trabajadores con un peso fundamental de la juventud. Precisamente
el reto es que, como en tantas ocasiones, la protesta juvenil
actúe como factor desencadenante y catalizador de un ciclo de
luchas sociales más amplio.<br>
<br>
<b>El espíritu antiglobalización de vuelta</b><br>
<br>
El dinamismo, la espontaneidad y el empuje de las protestas
actuales son las más fuertes desde la emergencia del movimiento
antiglobalización desde hace más de una década. Irrumpido
internacionalmente en noviembre de 1999 en las protestas de
Seattle durante la cumbre de la OMC (aunque sus antecedentes se
remontan al alzamiento zapatista en Chiapas en 1994), la ola
antiglobalizadora llegó rápidamente al Estado español. La consulta
por la abolición de la deuda externa en marzo de 2000 (celebrada
el mismo día de las elecciones generales y cuya realización fue
prohibida en varias ciudades del Estado por la Junta Electoral) y
la fuerte movilización para participar en la contracumbre de Praga
en septiembre del 2000 en contra del BM y el FMI fueron los
primeros signos de arranque, en particular en Catalunya. Pero su
masificación y ampliación llegarían con las movilizaciones contra
la cumbre del Banco Mundial en Barcelona en los días 22 y 24 de
junio de 2001, cuyo décimo aniversario está a punto de cumplirse.
Justo diez años después asistimos al nacimiento de un movimiento
cuya energía, entusiasmo y fuerza colectiva no habíamos visto
desde entonces. No será éste, pues, un décimo aniversario
nostálgico. Todo lo contrario. Vamos a celebrarlo con el
nacimiento de un nuevo movimiento. <br>
<br>
Las asambleas estos días en Plaza Catalunya (y, sin duda, en todas
las acampadas que recorren el Estado empezando por la de Sol en
Madrid) nos han dado momentos impagables, de aquellos que suceden
cada mucho tiempo y que marcan un antes y un después en las
trayectorias biográficas de quines participan en los mismos y en
la dinámica de las luchas sociales. El 15M y las acampadas son
auténticas “luchas fundacionales” y síntomas claros que asistimos
a un cambio de ciclo y que el viento de la rebelión sopla de
nuevo. Al fin. Una verdadera “generación Tahrir” emerge, como
antes lo hizo una “generación Seattle o “generación Génova”.<br>
<br>
A medida que el impulso “antiglobalizador” fue recorriendo el
planeta, siguiendo a las cumbres oficiales en Washington, Praga,
Québec, Goteborg, Génova o Barcelona, miles de personas se
sintieron identificadas con estas protestas y una gran diversidad
de colectivos de todo el planeta tuvieron la sensación de formar
parte de un mismo movimiento, del mismo “pueblo”, el “pueblo de
Seattle” o de “Génova”, de compartir unos objetivos comunes y
sentirse partícipes de una misma lucha.<br>
<br>
El movimiento actual se inspira también en los referentes
internacionales más recientes e importantes de luchas y de
victorias. Busca situarse en la estela de movimientos tan dispares
como las revoluciones en Egipto y Túnez o la victoria en Islandia,
ubicando su movilización en un combate general contra el
capitalismo global y la élite política servil. Dentro del propio
estado español, las manifestaciones del 15M y ahora las acampadas,
en un ejemplo simultáneo de descentralización y de coordinación,
dibujan una identidad compartida y una comunidad simbólica de
pertenencia. <br>
<br>
El movimiento antiglobalización tuvo en su fase de ascenso en el
punto de mira a las instituciones internacionales, OMC, BM y FMI y
las firmas multinacionales. Después, con el inicio de la “guerra
gobal contra el terrorismo” proclamada por Bus hijo, la critica a
la guerra y a la dominación imperialista adquirieron centralidad.
El movimiento actual coloca en el eje de la crítica a una clase
política, cuya complicidad y servidumbre ante los poderes
económicos ha quedado más expuesta que nunca. “No somos mercancías
en manos de políticos y banqueros” rezaba uno de los eslóganes
principales del 15M. Se enlaza así la crítica frontal a la clase
política y a la política profesional y la crítica, no siempre bien
articulada y coherente, al actual modelo económico y a los poderes
financieros. “¿Capitalismo? Game over”.<br>
<br>
<b>Hacia el futuro</b><br>
<br>
El futuro del movimiento iniciado el 15M es imprevisible. A corto
plazo el primer reto es seguir ampliando las acampadas en curso,
ponerlas en marcha en las ciudades donde todavía no hay y
conseguir que, por lo menos, continúen hasta el domingo 22. A
nadie se le escapa que las jornadas del 21, día de reflexión, y
del día 22, día de las elecciones, van a ser decisivas. En estos
dos días la masificación de las acampadas es fundamental.<br>
<br>
Es necesario también plantearse nuevas fechas de movilización, en
la estela del 15M, para seguir manteniendo el pulso. El reto
principal es mantener esta dinámica simultánea de expansión y
radicalización de la protesta que hemos vivido los últimos días.
Y, en el caso específico de Catalunya, buscar sinergias entre la
radicalidad y las ansias de cambio de sistema expresados el 15M y
en las acampadas, con las luchas contra los recortes sociales, en
particular en sanidad y educación. La acampada de Plaza Catalunya
se ha convertido ya en un punto de encuentro, un poderoso imán, de
muchos de los sectores en lucha más dinámicas. Se trata de
convertirla en un punto de encuentro de las resistencias y las
luchas, que permita tender puentes, facilitar diálogos, y
propulsar con fuerza las movilizaciones futuras. Establecer
alianzas entre las protestas en curso, entre los activistas no
organizados, y el sindicalismo alternativo, el movimiento vecinal,
los colectivos de barrio...es el gran desafío de los próximos
días.<br>
<br>
“La revolución empieza aquí...” coreabámos ayer en Plaza
Catalunya. Bueno, al menos lo que comienza es un nuevo ciclo de
luchas. De lo que no hay dudas ya es que, más de una década
después del ascenso del movimiento antiglobalización y dos años
después del estallido de la crisis, la protesta social ha vuelto
para quedarse.<br>
<br>
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