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<BR> <BR>: <A href="mailto:formacio@attac-catalunya.org">formacio@attac-catalunya.org</A><BR><BR>
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<FONT style="FONT-SIZE: 10pt" size=2><FONT color=#000000>¿Dónde está la gente?</FONT></FONT><BR>
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<DIV><FONT style="FONT-SIZE: 12pt" face="Palatino Linotype, serif" color=#000000 size=3>
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<DIV><FONT size=2>Daniel Guerra</FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2>Rebelión</FONT></DIV>
<DIV><FONT style="FONT-SIZE: 10pt" size=2> </FONT><FONT size=2> <BR></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Hace unos días tuve una<STRONG> interesante conversación con un alumno,</STRONG> un estudiante de Filosofía inteligente, que razona sus argumentos y analiza cabalmente el entorno sociopolítico. Se preguntaba cómo acabaría la crisis del capitalismo, y esperaba una reacción popular, la aparición de una nueva izquierda y la extensión de la democracia participativa. Yo le mostré mi escepticismo.</FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2> </FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2><STRONG>La mayoría de ciudadanos estamos de acuerdo en el análisis: los agentes que han provocado la crisis han sido ayudados por los Estados con fondos públicos, mantienen sus posiciones de dominio y condicionan la recuperación económica a su favor con ataques especulativos contra focos de debilidad como la zona euro</STRONG>. Desde la caída de Lehman Brothers, llevamos dos años escuchando por parte de los gobernantes cantinelas sobre la refundación del capitalismo y la regulación de los mercados, pero al cabo de ese tiempo seguimos igual, si no peor. No cabe esperar grandes regulaciones del mercado por parte de políticos liberales, conservadores, socialdemócratas y democratacristianos que volverán al sector privado tras su paso por la política. El aplazamiento de la regulación europea de los hedge funds a petición de Brown fue muy sintomático: el líder laborista, supuestamente de izquierdas, temía los efectos electorales de una medida de izquierdas. El líder laborista no quería molestar a los sindicatos, sino a los financieros de la City: el mundo al revés, o ya no tanto. </FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2><STRONG><FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>Paradójicamente, las únicas intervenciones activas de los gobiernos han sido para ayudar a los bancos y recortar derechos sociales. Las ayudas a los bancos se han justificado por el temor a su falso chantaje: si caen ellos, caemos todos. No es cierto: si caen ellos, caen los accionistas y los directivos, pero no los depositantes, cuyas cuentas están cubiertas por los Fondos de Garantía de Depósitos. Y si de crédito a familias y PYMES se trataba, lo propio era que el Estado, mediante un banco público, lo facilitara directamente</FONT></STRONG>. Al final, los fondos públicos han sido utilizados por la banca para equilibrar sus balances, pedir préstamos al BCE al 1% y comprar deuda del Estado al 4%: negocio redondo.<STRONG> <FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>En el caso español, habría sido más lógico que un Gobierno supuestamente socialdemócrata prestara dinero público a los bancos a cambio de acciones </FONT>antes que de activos <FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>financieros.</FONT></STRONG> <STRONG><FONT style="FONT-SIZE: 12pt">Así, el Estado ha perdido la oportunidad de entrar en el capital social de los mismos y de poder controlar el destino del dinero </FONT><FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>facilitado.</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>El capitalismo no está en crisis, sino en reestructuración. Una cierta izquierda lo plantea como derrota del neoliberalismo por sus devastadores efectos: todo lo contrario, pues para el neoliberalismo tales efectos no son intrínsecamente indeseables, sino contingentes. La mano invisible descrita por Adam Smith (*), esa mano que está detrás de todas las operaciones y que acaba ajustando los factores económicos, actúa en clave de selección natural, en la que los fuertes se están comiendo a los débiles. No estamos, pues, ante una crisis DEL capitalismo, sino EN EL capitalismo; no una crisis del sistema, sino de algunos de sus componentes, que otros no sólo no la sufren sino que se benefician de ella. El sistema se está adaptando, y tras los necesarios ajustes -con la agradecida ayuda de los Estados- resurgirá con más fuerza que antes. Para el marxista, el capitalismo ha fallado; para el neoliberal, han fallado los débiles y los chapuceros, pero el sistema tiene larga vida porque no hay otro. <STRONG>Algún día, esa mano invisible hará encajar las grandes cifras macroeconómicas y todos volveremos a vivir por encima de nuestras posibilidades, que son cuatro días.</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>En este contexto, ¿dónde quedan los ciudadanos, la democracia, la izquierda? Ni están, ni se les espera. En el combate entre Estado y Mercado, claramente vence el segundo. Constatamos que los bancos y los especuladores se aprovechan de la situación y consolidan sus posiciones de dominio económico y político.<STRONG> El abuso es manifiesto y provoca más desempleo, más desigualdad, más recortes sociales y mayor dependencia de los Estados, cuya soberanía se ve limitada</STRONG>. Todos lo vemos. ¿Reaccionamos? No. Algo en Grecia, la primera víctima propiciatoria, pero poco más. <STRONG>El sentido internacionalista de una verdadera izquierda se tomaría las revueltas griegas como el anticipo del fantasma que va a recorrer Europa</STRONG>. Presentaría a los ciudadanos griegos como la vanguardia del movimiento popular europeo que se alzaría contra este capitalismo arbitrario y salvaje. Sin embargo, las revueltas griegas se ven como eso, específicamente griegas, lejanas, televisivas. De momento, parece que no hay riesgo de contagio y los capitalistas siguen tranquilos. </FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2><STRONG>En el caso español, ni los sindicatos se atreven a convocar la </STRONG>Huelga General. Su dependencia de las subvenciones estatales les ha llevado a una identificación excesiva con un gobierno débilmente socialdemócrata, y en este momento no gozan de la credibilidad necesaria para provocar la contestación popular. <STRONG>Por otra parte, el sindicalismo de clase se ha convertido en un sindicalismo de empresa: se movilizan los empleados de un centro de trabajo ante un cierre o un ERE, pero eso no provoca la solidaridad automática de los demás trabajadores. En una sociedad tan estratificada como la actual, el concepto de clase se ha diluido</STRONG>. </FONT><FONT size=3><STRONG>La dualidad creciente entre obreros empleados y desempleados identifica a las centrales sindicales con la defensa de los primeros y el olvido de los segundos.</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Por ello, observamos cómo las respuestas a la crisis son mucho más individuales que colectivas: cada uno se busca su salida, lo que detrae energías para una contestación masiva. La escasa asistencia al reciente Primero de Mayo es un ejemplo de la apatía y del desinterés de muchos ciudadanos por articular una respuesta de clase o cívica contra la crisis. Ni los sindicatos ni las izquierdas están en condiciones de movilizar a la sociedad. La supuesta izquierda gobernante es la que, con todo el dolor de su corazón, recorta los derechos sociales como les mandan los mercados y la UE; y la izquierda alternativa no encuentra ni su espacio ni su discurso, envuelta en interminables refundaciones y peleas internas. A falta de líderes y de un discurso coherente, el juez Garzón se erige en icono de una izquierda que se moviliza por causas del pasado más que del presente.</FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>El alumno de Filosofía, impecable en su discurso cívico, confía en las posibilidades de Internet y de la democracia participativa.<STRONG><FONT style="FONT-SIZE: 12pt"> Cuidado: la </FONT><FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>red abre espacios de democracia de opinión, pero no necesariamente de movilización</FONT></STRONG>. En términos de Manin (**), amplía los márgenes de la democracia de audiencia, pero no de la participativa. Podemos expresar abiertamente nuestra opinión más radical e intransigente en los numerosos foros abiertos en la red, pero no está claro que eso inquiete a los poderes financieros si no se traslada a la calle.</FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>En cuanto al desarrollo de la democracia participativa y deliberativa, la Ciencia Política sigue analizando más o menos los mismos casos desde hace años: los ensayos de democracia local en Porto Alegre y el Suroeste de Brasil, el voto electrónico y las listas independientes de los caucus norteamericanos, la elaboración social y abierta de los presupuestos en algunos ayuntamientos, y las consultas que de vez en cuando se convocan en diversos municipios. <STRONG>La democracia participativa se mantiene en un contexto local y en una fase experimental.</STRONG> <STRONG>La</STRONG> <STRONG>representativa, por su parte, sigue mediatizada </STRONG>por las élites de unos partidos cerrados, poco flexibles al debate interno y reacios a las listas abiertas y desbloqueadas. <STRONG>Mediante las redes clientelares que extienden en los territorios que gobiernan, estrechan sus relaciones con los poderes económicos.</STRONG> Los sistemas de partidos nacionales están bien encauzados por las élites dirigentes, y mientras tanto la Unión Europea sigue con su déficit democrático. La ofensiva actual del neoliberalismo contra el poder político hace que el mercado condicione al Estado y la economía a la política, cuando debería ser al revés. La democracia liberal acaba siendo una quimera. En esto, no le faltaba razón a Marx.</FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Por lo tanto, muchos ciudadanos conocemos el problema y acordamos el diagnóstico: el capitalismo no funciona, es injusto y socava la democracia: hace falta una alternativa. Pero ¿quién la define, quién la defiende y quién la aplica? El comunismo fracasó y la socialdemocracia se ha vendido. ¿Quién le pone el cascabel al gato, y cómo ha de ser este cascabel? Sinceramente: no lo sé.<STRONG> Hay activistas, políticos y un pensamiento económico de izquierdas. Pero no hay líderes ni <FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>organización. No falta la alternativa teórica, sino la práctica</FONT></STRONG>. Falta el referente. Y falta lo básico, el agente protagonista: el pueblo, cuya soberanía está en discusión y no hace gran cosa por evitarlo.<STRONG><FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3> Por desidia</FONT></STRONG>, <STRONG><FONT style="FONT-SIZE: 12pt" size=3>por desengaño, por cansancio o por individualismo, no se prevé una contestación social en un país con casi cinco millones de parados.</FONT></STRONG> Con la que está cayendo, la pasividad es la nota dominante. La actitud de la clase política no es modélica, el desencanto derrumba la esperanza, <STRONG>la educación se resiente y la televisión nos inunda con programas en los que los modelos sociales son personajillos que triunfan sin estudiar ni trabajar. Programas deleznables que son vistos diariamente por millones de personas. </STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Nuestro entorno cultural no es cívico, crítico y social, como en el norte de Europa.<STRONG> Nuestro entorno cultural es consumista, materiali</STRONG>sta, <STRONG>individualista y, en cierta medida, comprensivo con la corrupci</STRONG>ón. La corrupción económica, la política y la cultural es la que define en buen grado esa mano invisible de la que antes hablaba, y que penetra en todos los resortes del poder. Este es el entorno que nos envuelve, en el que vivimos y respiramos. Es un entorno cultural capitalista, y no es fácil impedir que nos contamine. La izquierda alternativa juega, voluntariosamente, en terreno visitante. El resultado es una encrucijada pirandelliana:<STRONG> o la izquierda no encuentra a su pueblo, o el pueblo no encuentra a su izquierda</STRONG>. Económicamente, el pueblo no se plantea otro sistema, y políticamente vota a una izquierda de mentirijillas para que no gane la derecha de verdad. Las diferencias políticas cada vez son más inapreciables, pero aún nos creemos que sirve de algo votar a Sagasta para que no gane Cánovas. </FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Hace más de treinta años, Lluís Llach nos contaba, en Damunt d´una terra, que la gente lo tenía más claro: “en Maurici sap molt bé / que si només dubta poca cosa té / En Maurici sap què fer/ trobarà els companys i sortirà al carrer” (“Mauricio sabe muy bien / que si sólo duda poca cosa tiene / Mauricio sabe qué hacer / encontrará a los compañeros y saldrá a la calle”). </FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Mauricio sabía qué hacer: no dudar y salir al encuentro de la gente. Entonces la gente, los compañeros, estaban ahí. Hoy están viendo la tele, tomando unas cañas, preparando las próximas vacaciones o buscándose la vida como pueden, que no es poco. La gente está demasiado ocupada para pensar en revueltas contra el sistema. Por favor, no molesten.</FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Nota:</FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>(*) Smith, Adam (1776, ed. 2009), Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, Madrid, Alianza Editorial. </FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>(**) Manin, Bernard (1998), Los principios del gobierno representativo, Madrid, Alianza Editorial.</FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2>Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.</FONT></DIV>
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